Acabo de hacer un pequeño experimento. Me he conectado al Messenger, he preguntado a un amigo por la primera cómica española que se le venía a la cabeza y ha respondido algo aterrador: Eva Hache. Escalofríos después repito la pregunta y la respuesta es aún peor: Anna Simón. Hago la encuesta a varias personas y mayoritariamente todos coinciden.
Salgo a la calle sumido en una especie de paranoia. En cada esquina me encuentro con supuestos graciosos que intentaban contarme chistes desternillantes. Algunos se parecen a Pablo Motos, otros a la ya mentada Eva Hache. Comienzo a perder la fe en la humanidad, cuando de repente un sonido femenino al otro lado de la calle me saca del estupor en el que me encuentro. Una joven, morena y muy guapa, está contando un chiste sobre abortos a una monja, que escandalizada trata de huir. Ella sigue detrás intentando que la sierva de Dios entienda el chiste, pero acaba desistiendo cabizbaja.
Es entonces cuando me acerco y la saludo. Le digo que me ha gustado mucho su chiste y nos vamos a un bar a tomar algo; ella una cerverza y yo un Nestea. Ya en la tranquilidad del bar me pregunta si no me suena su cara. Le digo que no y saca de su bolso uno de esos Smartphones que ahora tiene todo el mundo. Concretamente el que tienen todas las mujeres: una Blackberry. Inicia Youtube y me dice que me va a enseñar algo que la hizo famosa en todo el mundo y por lo que ganó un Emmy. Me muestra esto:
Me río mucho aunque a un grupo de góticos fans de Matt Damon que tenemos sentados detrás no les hace gracia y se marchan muy enfadados. Le digo que me cuente más cosas de su vida y me dice que el año pasado publicó una biografía llamada The Bedwetter, pero que no estaba editada en España. Pero afortunadamente se la sabe de memoria y empieza a contármela.
Y oye, el libro tiene buena pinta. Empieza con un prólogo escrito por ella misma (“¿Quién mejor que yo?”) para dar paso al relato de su infancia. Alternando tonos jocosos con una sorprendente sinceridad, Silverman estructura todo su discurso partiendo de su gran trauma infantil: se meaba en la cama. Esto le causó tal descontento que cuenta que, para un niño, descubrir que sufre incontinencia urinaria es como decir a una persona de 40 que tiene cáncer de colon. En general toda su infancia está repleta de momentos trágicos: la muerte de un hermano, el divorcio de sus padres, la visión de su psicóloga ahorcada o el verse obligada a tomar antidepresivos con 14 años son las piezas que componen la parte terrible del relato.
En este momento tengo que serles sincero, de las cosas que me está contando Sarah solo me quedo con la mitad, no es fácil seguir una obra literaria contada literalmente por su autor en un bar. Por lo tanto, les pido perdón por la imprecisión de lo que les cuento. Pero retomo, que se me van a escapar más cosas.
Sigue con su relato y la cosa se pone interesante, especialmente su ascenso desde que empieza a dar monólogos hasta que acaba en el SNL, donde alucinó al verse en el set sentado junto al malogrado Chris Farley. Toda esta época la relata con una gran sonrisa y alguna carcajada, especialmente al contar la parte en la que le despiden del programa por clavarle un lápiz a un compañero. ¡Qué fantástica es esta chica!
Hace un pequeño descanso para pedir otra ronda. Le digo que intente pedirlo en español y le da mucha vergüenza. De todas formas lo intenta pero su chapurreo no lo entiende bien el camarero cañí que nos atiende, que reacciona visiblemente enfadado. Sarah me confiesa que nunca se le ha dado bien el español, y me comenta algo sobre un capítulo de The Sarah Silverman Program en el que provoca que deporten a su niñera hispana. Así es como retomamos la conversación sobre el libro, hablándome de los entresijos de su propia serie de televisión y de su amor por los chistes de pedos. Usa constantemente la expresión “Make it a Treat” para referirse a que le gustan tanto las bromas escatológicas que es preferible dosificarlas para que nunca pierdan su impacto cómico.
Ahora hace una interesante reflexión sobre el humor. Me cuenta cómo ofendió a toda la comunidad china de Estados Unidos por evitar enfadar a la comunidad negra. Pero dice que le sorprende que el revuelo que causó por la humillación pública que hizo a Paris Hilton y a Britney, en sendas galas de la MTV, fue mucho más criticado que el chiste racial. Parece interesante esta reflexión, me compraré el libro para leerla con calma.
La obra acaba con un hilarante epílogo firmado por Dios. En el camino me dejo muchas cosas, que seguro que tú, querido lector, disfrutarás. Y que seguramente yo haré también cuando me lea el libro. Pero esto es toda la descripción que he podido hacer de lo que me ha ido contando Sarah en estas últimas 7 horas de conversación.
El camarero cañí nos dice que nos marchemos. Paseamos un poco por Madrid, Sarah bromea con los policías que acordonan la Puerta del Sol y huye riéndose escandalosamente cuando uno intenta golpearla con una porra. Le digo que me lo he pasado muy bien con ella, pero que me tengo que ir. A pesar de sus 40 años aparenta menos de 30, así que le pido su teléfono por lo que pueda surgir. La mera reincidencia rompería la magia, me dice. “Make it a treat”.