Super-8, de Abrams y Spielberg

 

Hubo muchos y no todos se llamaron Spielberg. Fueron Joe Dante, Robert Zemeckis, Chris Columbus, Matthew Robbins, Fred Dekker, Frank Laloggia, Richard Donner, Rob Reiner o Randal Kleiser. Directores y guionistas que se esforzaron, allá en los ochenta, por gestar un cine infantil-juvenil lleno de magia, pasión y matices, capaz de capturar toda la incertidumbre propia de la pubertad y dotarla de un prodigioso sentido de la aventura épica. Su tema fundamental fue el enfrentamiento del niño a la idea de la muerte y su fórmula una frenética combinación de acción, humor y un sentimentalismo que no siempre caía en la ñoñería. Ellos realizaron las películas que hicieron vibrar a toda una generación y que conservan hoy día la capacidad de transportarnos a ese raro período de emociones agridulces a flor de piel.

            En pleno 2011 todo el cine pasa forzosamente por el filtro de la nostalgia. El guiño, el homenaje, el plagio y la reinvención, desde una mirada adulterada que ya ha dejado muy de lejos la inocencia. El cine de niños grandes ha pasado a ser, salvo honrosas excepciones, una reliquia del pasado. Super 8 recupera la esencia de esas viejas películas y hay que reconocer que lo hace no sólo con un diseño de producción apabullante sino también con bastante gracia. Es cierto que tenía la partida medio ganada de antemano: Spielberg conoce las claves de este universo a la perfección y Abrams es uno de los primeros de la clase del cine actual, tal vez no el alumno más brillante de su generación, pero sí uno de los más listos. La combinación no carga porque Super 8 es una película, con todo, más sentimental que aparatosa. Y quizá también más honesta de lo que podría parecer a primera vista. Influye además que la vena antispielbergiana de los noventa ya esté superada, y los mismos que hasta hace poco renegaron de su cine por sensiblero y formulista, ahora reivindican sus mismos valores como indiscutibles señas de una suerte de identidad camp.  Aquí vuelve a estar todo lo mismo condimentado y amplificado: la corrupción del ejército y la complicidad de las instituciones, la autenticidad del primer amor, la confrontación del peligro como prueba de madurez o redención, la fuerza del grupo y al mismo tiempo el valor del individualismo, la necesidad del perdón y, por supuesto, la importancia de los lazos familiares para sobrevivir a la catástrofe que representa la llegada de la adolescencia. Destacan en esta película bicéfala y espectacular, algunas escenas memorables, no sólo las muy virtuosas secuencias de acción, como el accidente del tren, sino algunos dúos actorales resueltos con una encomiable pericia en la puesta en escena, además de un cásting juvenil muy inspirado en líneas generales. Si el cartón se ve demasiado en ocasiones no es sólo porque Super 8 sea una película calculada y autoconsciente –y, desde luego, postmoderna- sino porque tal vez nosotros estemos demasiado empecinados en recuperar una magia que no siempre estaba en aquellas películas, sino en lo que sentíamos mientras las veíamos.

            Rechazar o subvalorar Super 8 por no estar fabricada de la misma materia que El vuelo del navegante, Cuenta conmigo o Una pandilla alucinante sería como subestimar a Tarantino por no tener la tosca majestuosidad de sus referentes. Calificarla de mágica quizá sea exagerado, pero despacharla con adjetivos como “simpática” o “correcta” o hacer sangre con su componente sentimental me parece tan injusto como propio de cinéfilo aburrido y aguafiestas. Reconocer el valor de películas como ésta debería siempre pasar por la aceptación de que los tiempos que vivimos son muy otros a los de hace dos décadas y pico. Aun así, a todos aquellos a los que esta poderosa montaña rusa les provoque retortijones siempre podrán recuperar maravillosas miniaturas como “The hole” de Joe Dante o “Zathura: una aventura espacial” de Jon Favreau, que hace pocos años hicieron exactamente lo mismo salvo que con menos alardes, márketing y pirotecnia.

1 Comment Already

  1. Hola, tengo 12 años. Vi la película y mi padre me ha obligado a leer esto.
    Es la primera vez que leo una critica de cine e intentare ver las películas que recomienda,  aunque se le olvidó hablar de los goonies.

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