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Toni Junyent La paz mundial

Toni Junyent (Igualada, Barcelona, 1983), si más no, logró licenciarse en Periodismo al mismo tiempo que iba envenenando su alma con cine raro. Lo único que hemos visto de él hasta el momento son sus colaboraciones como articulista en lugares como Contrapicado, Miradas de Cine o H Magazine. Toni es uno de los responsables del legendario cortometraje 'Avui Follem', obra que marcó a una generación. Interpretó tres papeles distintos (que desaparecieron del montaje final) en '¡Maldito Bastardo!', la opera prima de su amigo Javi Camino, con quien volvió a unir fuerzas para gestar ‘Un chico raro’, un corto desviado que nos desvela que, mucho antes de que este blog naciera, Toni quería ser detective privado.

Segunda crónica del D’A: Guy Maddin y la serie Z

Gustave Moreau y el prerafaelitismo. Shakespeare. Esos eran los referentes, o al menos eso decía en el folleto. Estábamos en la Filmoteca pero todo parecía indicar que nos hallábamos en otro sitio. En el Brigadoon de Sitges, viendo algún ignoto Mondo Macabro, o en un sótano decorado con simbología perteneciente a religiones desconocidas. La película se llamaba Twilight of the ice nymphs (1997) y los mismos subtítulos, probablemente traducidos por un ordenador iletrado y demencial, acrecentaban la sensación de estar viendo algo salido de los baúles de Something weird video. No habría desentonado un cameo de José Mojica Marins. La textura, vaporosa como dicen en la sinopsis, era mismamente la de aquellas grabaciones VHS de antaño. Y la película, plomiza e impenetrable como ella sola. Llegó un momento en el que el placer venía de la mano de los subtítulos, nos entreteníamos en admirar las palabras alteradas, y, muchas veces, allí donde iba una C había una Z. De ahí lo de serie Z del título. Y lo de Guy Maddin es porque él es el director de la película.

En el mismo folleto de la Filmoteca hay varios textos sobre el cineasta canadiense, y en uno de ellos se recoge una cita suya en la que dice que siempre ha tenido una pequeña fantasía en la que vuelve atrás en el tiempo y roba películas de otros directores para formar una gran filmografía propia. Quizá, en el caso de Twilight of the ice nymphs, debiera hacer la maniobra inversa: ofrecérsela a algún otro director. Creo que David Schmoeller la podría haber filmado perfectamente después de rodar Netherworld (1992), que, al fin y al cabo, también tenía un punto bucólico —iba sobre una especie de raza de hombres-pájaro— y era un tanto aburrida.

Le dedicamos tres párrafos a la peor película de Guy Maddin.

También es justo decir que dudo que Schmoeller, con el debido respeto al autor de Trampa para turistas (Tourist trap, 1979), hubiera sido capaz de conjurar la belleza cuasi espectral de algunas de las imágenes más alucinadas del filme, sobre todo cuando anochece y los tonos rosas y anaranjados del crepúsculo dejan paso a una luna a la que veremos brillar sobre el agua de un río. Si por algo vale la pena la película, aunque a nivel narrativo sea el sopor, es por esos hermosos y huidizos instantes que ayudan a hacer más llevadero el viaje. Es lo que tienen las retrospectivas íntegras, que permiten ver lo mejor y lo peor de un autor. Y por lo que a mí respecta, Guy Maddin sigue estando entre los cineastas a seguir.

En otro orden de cosas, el D’A también proyectó dos comedias negras la mar de disfrutables. Una, argentina, El hombre de al lado (Mariano Cohn & Gastón Duprat, 2009) y la otra, finlandesa, Bad family (Paha Perhe, Alexei Salmenperä, 2010). La del tándem argentino tiene una premisa muy de cortometraje de escuela de cine: una disputa doméstica entre dos vecinos por una ventana que uno de ellos está construyendo enfrente de la casa del otro… pero se nota que a sus directores les va el humor absurdo y, aunque la peli no deja de discurrir por las sendas más previsibles, aquí y allá quedan momentos genuinamente marcianos, como el extraño cabaret que Víctor, el vecino amenazante, representa junto a la ventana, introduciendo alimentos (medio plátano, una loncha de fiambre) en una caja de cartón y paseando dos de sus dedos, embutidos en unas botas en miniatura, por el interior. Todo en El hombre de al lado tiene un regusto a sofisticación podrida; no en vano, el protagonista es un diseñador muy pagado de sí mismo, y el otro también dice serlo, y fabrica extrañas esculturas. Bad family, por su parte, trata un conflicto familiar de esos que le gustan a Bertrand Blier, una extraña relación entre hermanos. Durante parte del metraje, pensé que estas cosas se le dan mejor a los americanos que saben o al mismo Blier, que los personajes se pasaban de fríos a veces, que no existía esa sensación de grieta sulfurosa, de descontrol, que tienen las mejores comedias. Que a los actores les faltaba carisma. Pero son finlandeses. Los que hayáis visto el último segmento de Noche en la tierra (Jim Jarmusch, 1991) ya sabréis de qué os hablo. Y lo cierto es que Bad family terminó ganándome, no sólo a mí sino al numeroso público de la sala 1 del Aribau Club. Me ganó porque la relación entre los hermanos es bonita, y porque llega un momento en el que la cosa degenera hacia un crescendo de ridiculez rayana en el delirio, esa ridiculez que a menudo se da hasta en las mejores familias. Y Alexei Salmenperä sabe terminar mejor su película que los argentinos. Hasta aquí la transmisión. Hoy toca un western femenino.

El western femenino. La de la derecha, Michelle Williams. salía en Dawson Crece

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