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Toni Junyent La paz mundial

Toni Junyent (Igualada, Barcelona, 1983), si más no, logró licenciarse en Periodismo al mismo tiempo que iba envenenando su alma con cine raro. Lo único que hemos visto de él hasta el momento son sus colaboraciones como articulista en lugares como Contrapicado, Miradas de Cine o H Magazine. Toni es uno de los responsables del legendario cortometraje 'Avui Follem', obra que marcó a una generación. Interpretó tres papeles distintos (que desaparecieron del montaje final) en '¡Maldito Bastardo!', la opera prima de su amigo Javi Camino, con quien volvió a unir fuerzas para gestar ‘Un chico raro’, un corto desviado que nos desvela que, mucho antes de que este blog naciera, Toni quería ser detective privado.

Crónica final del D’A: Mujeres en pijama en las avenidas de la muerte

Me diréis que podría haberla buscado en Google Imágenes y listos, pero tuvo que llegar el Festival Internacional de Cine de Autor de Barcelona para que, al fin, tras años de desvelos, le vea la cara a Desirée de Fez. Sigo sin saber el número exacto de pie que calza, pero algo es algo. Ahora ya podré opinar cuando otros digan que no está mal. El caso es que Desirée presentó la que, creo, ha sido mi película favorita de las que he visto en el festival: Post mortem de Pablo Larraín. No entendí gran cosa de su presentación, porque no me lo permitieron mis oídos de discapacitado y el festival no tuvo la deferencia de proporcionarle un micrófono, también puede ser que ella fuera tímida y hablara bajito, como le debe hablar a los chicos en las cenas románticas; de hecho, no he sabido que era Desirée de Fez hasta que lo he visto en el Facebook del D’A. En el que, por cierto, entre las crónicas y reseñas de películas que han ido linkeando, de periódicos, blogs y revistas de cine, han brillado por su ausencia las de La Paz Mundial.

Volviendo a Post mortem, la describiré como una sórdida historia de amor, ambientada en Chile en los días previos al golpe de estado de Pinochet. Una historia de amor que es un drama en toda regla, de tres pares de cojones, para entendernos, como lo son todos los golpes de estado en los que muere mucha gente. Pero también me recordó a aquél verso de Bukowski, en el que decía que había venido a buscar rosas en las avenidas de la muerte. Porque en la película de Pablo Larraín no hay rosas pero hay algo de humanidad, o intento de, incluso algún instante de felicidad también sórdida. Y es que la película es fría, gris, con atmósfera apocalíptica malsana (creo que eso también lo dijo Desirée), irrespirable, te deja con mal cuerpo aunque, por momentos, sea también una comedia tan negra como la noche de los desaparecidos. Y basta ya de poesía. Tenéis que conocer a Mario Cornejo, su protagonista, aunque ya os aviso que no es nadie excepcional. Tendréis que aguantar esos primeros minutos, tan propios de películas de autor, en los que parece que no va a pasar nada o que va a ser un coñazo. Vale la pena el viaje.

Lo mismo podría decir de Meek’s cutoff, de Kelly Reichardt. Empieza en un plan tan contemplativo que me dormí. Mis típicos cinco minutos de permiso. Y luego me ocurrió una de esas cosas graciosas que ocurren en las películas cuando te duermes: que los personajes hablan de hechos, pero tú no sabes si se los han imaginado, si se muestran o no de forma explícita, si mienten deliberadamente… las malditas lagunas. En este caso, hablaban de un indio, y resultó que sí, que era real, y es a partir del momento en el que aparece el indio cuando la cosa se pone interesante. El filme de Kelly Reichardt es un western pero también una película de aventuras, pero una aventura en el sentido original, primitivo, fundacional de esa palabra. La aventura de estar perdido y no saber absolutamente nada sobre la tierra que pisas, que estás haciendo tuya al pisarla, como cuando empezabas a jugar al Civilization de Sid Meier o a cualquier otro de esos juegos de estrategia y de conquista. Empiezas en un cuadradito, sólo ves hasta donde alcanza la vista, y el resto es oscuridad, que se va alumbrando según caminas. Meek’s cutoff, por si os interesa, se llevó el premio del Público del festival.

También vi Oki’s movie, mi primera película de Hong Sang-soo. Y tengo que decir que me mantuvo en vilo, más por la propia estructura narrativa de la peli que por los personajes o la historia en sí, que tampoco es que sea apasionante. Son recuerdos, vivencias que se solapan y sobrescriben, y una concisa y certera plasmación cinematográfica de nuestra tendencia a compararlo todo, a analizar las cosas desde mil ángulos distintos, darle vueltas y buscar conexiones y puntos de referencia entre unos momentos y otros. La película te atrapa, por ser ligera, como un día sin importancia o un día que pasa rápido, pero a la vez tienes esa constante sensación de que te estás perdiendo algo, quieres más información, quieres descifrar, entender, completar la experiencia. Y no estamos aquí para ponernos sesudos y aburrir al personal, pero el último segmento, el que da título a la peli, mola mucho. Por cierto, Oki’s movie la presentó Albert Serra, a quien tampoco le había visto nunca la cara, aunque no me importaba, como tampoco me importa habérsela visto ya. Iba, no sé como decirlo, disfrazado de autor. Con una especie de chaleco negro que me daba como mal rollo. No sé si era un disfraz o era su piel de verdad. Pero me sorprendió su forma tan campechana de hablar, tan de estar contándote algo en un bar de pueblo. Parecía un buen tipo.

Terminó la última película, salí del cine y llovía. Como al día siguiente, domingo, no iba a ver ya nada más, a lo largo de la tarde había ido incubando la idea de ofrecerle a alguna mujer atractiva la posibilidad de utilizar mi acreditación para sacarle entradas a cambio de alguna prenda de ropa, no necesariamente ropa interior. Pero no encontré ninguna que pareciera receptiva. Le dije “hola” a algunas, pero me quedé ahí, en el “hola” inicial. El festival ha estado bien, aunque me he terminado perdiendo unas cuantas películas que me apetecían, pero ahora pasan cuarenta minutos de la medianoche de este domingo, y no sé si Desirée de Fez ya se ha quitado las botas o los zapatos y anda en zapatillas sobre suelo de parqué, o es de esas que camina siempre sobre baldosas de un mismo color y tiene una taza personal, con algún motivo pop, como la que yo tenía de Expediente X. ¿Usará cepillo eléctrico? ¿Infusión antes de irse a dormir? ¿Pijama o camisón? ¿Libro, revista de pasatiempos o revista de cine? ¿Dónde está el interruptor de la luz de la mesilla de noche? Lo siento, no puedo evitarlo; la sola idea, la hipótesis de una mujer en pijama, preparándose para irse a dormir, siempre logra enternecerme.

Volveremos, no sabemos si acreditados o no, pero volveremos.

One Response to “Crónica final del D’A: Mujeres en pijama en las avenidas de la muerte”

  1. […] [1]Crónica final del D’A: Mujeres en pijama en las avenidas de la muerte, La Paz Mundial, Toni Junyent. [2]D’A: Día 8, D’A 2011, Oriol Rodríguez. [3]Meek´s […]

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