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Toni Junyent La paz mundial

Toni Junyent (Igualada, Barcelona, 1983), si más no, logró licenciarse en Periodismo al mismo tiempo que iba envenenando su alma con cine raro. Lo único que hemos visto de él hasta el momento son sus colaboraciones como articulista en lugares como Contrapicado, Miradas de Cine o H Magazine. Toni es uno de los responsables del legendario cortometraje 'Avui Follem', obra que marcó a una generación. Interpretó tres papeles distintos (que desaparecieron del montaje final) en '¡Maldito Bastardo!', la opera prima de su amigo Javi Camino, con quien volvió a unir fuerzas para gestar ‘Un chico raro’, un corto desviado que nos desvela que, mucho antes de que este blog naciera, Toni quería ser detective privado.

Suicide no fue la solución, pero casi. Una noche en el Primavera Sound.

Fui al Primavera Sound dos días. Uno, el jueves, a ver conciertos y el otro, sábado, a ganarle una batalla al sistema y recuperar 40 euros. Lo logré, tras bregar durante dos horas y media con La Organización, ese aterrador entramado que conspira, no sé si conscientemente, contra nuestra felicidad y nuestra salud mental. Y la salud mental es cosa seria. Poder vibrar, en una misma noche, con las tormentas sonoras de Suicide, Grinderman o The Flaming Lips no debería ser excusa para sumir al personal en el imperio del despropósito.

Grinderman: parecen unos Renegados del Diablo o algo así

No creo que os interese especialmente conocer los detalles del fiasco de las tarjetas monedero, pero podéis empezar por aquí (). Podéis visitar los foros del Primavera, que echaron humo a lo largo del festival, o podéis creerme cuándo os digo que había gente muy cabreada en las barras. Podría aburriros con mi caso (muy) particular, con la carencia absoluta de lógica que tienen algunas cosas o con un dietario pormenorizado de mi humilde calvario. Pero me limitaré a compartir con vosotros esa sensación que me asalta, a menudo, en las instituciones, en los eventos, en la calle, en todas partes. Existe una tendencia natural de las organizaciones, de los entes impersonales que manejan este mundo, a querer tomarte el pelo, a querer que sufras y te sientas moderadamente robado. El postulado es el siguiente: “¡Cuidado! No te duermas en los laureles, no te despistes, porque te vamos a joder. Nos vamos a quedar con tu dinero y con un pedacito de tu dignidad. Si nos dejas hacer, si te prestas y acatas nuestros designios sin rechistar, acabarás siendo un poco peor persona, un poco más desgraciado, pero tranquilo, te lo ponemos fácil, existen medicamentos y procesos cerebrales que te ayudarán a superarlo. Y cada vez que te jodan, que te jodamos, dolerá un poco menos, sabrás hacer que sí con la cabeza, sabrás olvidar. Lo peor es que nosotros en realidad no queremos joderte, pero el mundo es así. O quizá sea el aire que respiramos, una capa de la atmósfera, hay algo que nos obliga, que nos arrastra a ser malos. No lo podemos evitar. Si insistes, si pierdes tiempo dándote de hostias contra paredes y ventanillas, si te cabreas un poco, quizá consigas algo, quizá ganes una pequeña batalla, quizá te devolvamos el dinero, quizá te demos la razón, y luego le echaremos la culpa a las deficiencias, a las grietas, a cosas que no preveíamos… aunque, en realidad, es algo que está más allá de nosotros mismos, es preternatural, es lo que hay. Suerte. Y si no la tienes, jódete”. Quiero dejar claro, para que conste, que no me refiero a personas físicas ni a cargos concretos, es algo, cómo decirlo, que está ahí, por encima y por debajo de las cosas, embadurnándolas, como una sustancia, un cromosoma del mal. No es que haya alguien que decida, así de pronto, ser incompetente, sino que la incompetencia y la usura, voluntaria o no, está arraigada muy dentro de todo lo que somos y respiramos. En fin, no voy a seguir disertando sobre el origen de la enfermedad, como el teniente Kinderman en Legión, la cojonuda novela de William Peter Blatty (adaptada por él mismo al cine en El exorcista 3).

Después de esta ininteligible diatriba, volvamos a la música. A menudo me siento un poco impostor, creo que lo he dicho otras veces, porque voy a ver grupos de culto como Suicide, Seefeel o P.I.L. como si los conociera de toda la vida. Para poder decir que estuve ahí, y también por curiosidad, por esa predilección por lo añejo y lo maldito, la idea de que todo lo que viene del pasado suena mejor. El rollo atmosférico de Seefeel no me dejó poso. Los Public Image Limited de Johnny Rotten estuvieron bastante bien. Aunque uno pueda pensar que ver en acción al que fuera líder de los Sex Pistols sea más arqueología que otra cosa, lo cierto es que su directo fue enérgico y carismático, para nada polvoriento. Se notaba que el grupo contaba con un público que iba a agradecer con creces la posibilidad de estar ante los decanos del post-punk e iba a saltar con hits como “(This is not a) love song”. Pero para mí, las escenas imborrables de la noche vinieron de la mano de Alan Vega y Martin Rev, es decir Suicide. Me sorprendió, tras su concierto, ir encontrándome con gente que los tachaba de demasiado contundentes. Que te retumbe todo el cuerpo en un concierto es, a mi juicio, una buena noticia. Fue un placer sentir escalofríos eléctricos viendo a un señor mayor caminando con aires de psicópata por un escenario, pasando las páginas de la partitura con gesto marcial, soltando berridos mientras el otro, ataviado con unas gafas de luz muy cyberpunk, echaba mano de teclado y sintetizador para encerrarnos en un perturbador campo de sonidos penetrantes, directos al cerebro. Grandes.

Y Grinderman, el supergrupo de Nick Cave, Warren Ellis y compañía, que había tocado justo antes, acabó sabiendo a poco. Es un grupo que suena muy bien, qué duda cabe. Tienen canciones que se te enganchan, tienen fuerza, y la presencia de Cave, con su voz y ese porte de predicador lúcido y enfurecido, basta y sobra para garantizar un buen rato. Pero, no sé, me gustan igual cuando los escucho en mi casa que cuando los he visto en directo. Tuvieron sus momentos, y el ambiente, la entrega del público, ayudaba. Pero, aún siendo un concierto notable, creo que prefiero, con mucho, a Cave en solitario. Es eso: me lo pasé muy bien, sí, pero no descubrí nada de esas canciones que no hubiera descubierto antes, al escucharlas las primeras veces.

La dosis de grandilocuencia vitamínica la trajo Wayne Coyne, el líder de los Flaming Lips, que dejó al público exhausto con su show audiovisual, lanzando globos y confeti sobre el público, mostrándonos en primerísimo primer plano su sudada frente de loco pletórico y dando las gracias a cada momento, “thank you, Barcelona, come on, come on”. Alrededor de dos horas de cabaret marciano. Saltamos mucho porque todo era bastante demencial, pero lo mejor fueron los bises, entre ellos “Race for the prize” y “Do you realize?”.

Tras la sesión de gimnasia rítmica a la que nos sometieron Coyne y compañía, se acercaba el momento de tratar de conseguir teléfonos o perfiles en Facebook de mujeres borrachas en el metro, y me fui a recuperar energías en unas hamacas junto al mar. Con la mala suerte que, de repente, casi a traición, empezó otro recital, el de Girl Talk, y su inagotable batidora musical, en la que caben Michael Jackson, Pixies, los Ramones, Kanye West, Ace of Base… conforme se iban acabando los conciertos en el resto de escenarios, todos los valientes y todos los drogados que quedaban en el recinto bajaron a bailar como posesos. Y no sé por qué, pero siempre que voy al Primavera Sound acabo las noches bailando con críticos de cine. ¿Hasta aquí llega la endogamia? ¿Estoy condenado a casarme con una crítica de cine y a tener un hijo que verá una y otra vez las Histoire(s) du cinema durante el desayuno, antes de ir al colegio por las mañanas? No niego que podría ser raro y maravilloso. ¿Y el sexo, sería metareferencial?

En este texto no se habla de Javiera Mena. Pero el viernes la vimos en la plaza de la Catedral y no nos podemos quitar de la cabeza sus pantalones rosas

PD: me hubiera gustado ver a Moon Duo y prestarle más atención al pop festivo y colorista de los Of Montreal, pero a esas horas aún estaba haciendo llamadas a diestro y siniestro, haciendo colas para que nadie resolviera nada, y mandando SMS’s a gente (que debió acabar hasta aquí de mí) para que trataran de entrar al Portal (caído en desgracia) del Primavera Sound y vinculasen mi tarjeta magnética. Como muy bien dice a veces el Mozilla Firefox, cuando se cuelga repetidamente o hay un error que persiste, “oh, esto es embarazoso…”.

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