La edición número trece del FECINEMA, el Festival Internacional de Cinema Negre de Manresa, ha sido también la más sufrida para sus organizadores, si nos atenemos al presupuesto que han manejado, el más reducido de su historia (13.000 euros, la mitad del de hace cinco años) y a la fatalidad intrínseca de los tiempos que corren. Se decía, en voz baja, que esta podía ser la última edición del festival, pero nosotros no somos ni agoreros ni adivinos, así que nos limitaremos a asegurar que, si nada lo impide, el año que viene volveremos a estar allí. Aunque en el Café Bar Pajaril ya no trabaje cierta camarera de la que todos nos acordamos, aunque no sabemos su nombre y, por lo que a mí respecta, recuerdo más su busto que su rostro. “Ah, sí, la recuerdo de una vez. Pero era algo garrulesca”, comenta un compañero. “¿No querrás decir que llevaba una gorra? Más exactamente, una boina parisina, probablemente en homenaje a una indeterminada mujer fatal…”, dice otro. No llegamos a ningún acuerdo y nos conformamos con lamentar su desaparición, esperemos que no definitiva.
Ahí donde los ven, estos son los mandamases de la sociedad que regenta el Café Bar Pajaril. Uno de ellos estuvo en la cárcel, pero se ha reformado.
Viernes, 11 de octubre
Mi regreso anual a la capital del Bages me hizo constatar que no es un lugar que se distinga por su amplia oferta de cafés y bares acogedores en los que tomar té y pastas mientras en alguna pantalla de cine no muy lejana alguien está planeando o ejecutando un asesinato o un crimen aún peor. Terminé optando por desandar lo andado y apostarme en la cafetería ubicada justo enfrente de una de las estaciones de tren de la ciudad. Ya se sabe que las cafeterías alrededor de las estaciones de transporte suelen albergar a toda clase de criminales.
Cuenta atrás (A bout portant, 2010), de Fred Cavayé, es el enésimo thriller de acción galo. Tan eficiente y entretenido como olvidable. Cuenta en su reparto con una embarazada Elena Anaya, un factor que podría interesar a según que gentes. Nada que no se haya contado otras veces, pero está narrada con vigor y ritmo, y tiene un par de persecuciones impecables. Mucho más interesante fue Miss Bala (2011), del mexicano Gerardo Naranjo, probablemente mi película favorita del certamen, un intenso y descorazonador viaje al corazón corrupto de México, ese que se nutre del narcotráfico, protagonizado por una espectacular, en todos los sentidos, a la que habrá que seguir con atención. Igual que a Gerardo Naranjo, su director, que se marca un arrollador tour de force respaldado por la poderosa y trabajada fotografía de Mátyás Erdély. Una película que rivaliza en sordidez y claustrofobia mental con Post Mortem (2010) de Pablo Larraín.
Tenía preparada una foto muy mona de su sonrisa, para que no digan que siempre vamos a lo fácil. Pero el gestor no me la carga. Así que aquí la tienen: Stephanie Sigman
Sábado, 12 de octubre
El año pasado descubrimos el Café L’Havana y aquella noche supimos que acabaríamos volviendo a ese lugar. Yo incluso pensé que podía llegar a alquilar el piso de arriba para vivir en él y bajar por las noches, en albornoz, a saludar a la concurrencia y cantar algo adecuadamente crepuscular. El Café L’Havana es el tipo de reducto combativo en el que podría fraguarse una conspiración o un lipdub patriótico. Es un lugar con encanto y personalidad. Tienen estanterías con libros y, entre ellos, una edición antigua de Alianza de El terror, la espléndida e inquietante novela corta de Arthur Machen. Pensé en robarla, pero ya tengo un ejemplar. Estuvimos hablando de Houellebecq, su última novela, su lucidez y su humanidad. De libros digitales y mujeres analógicas, pero esa es otra historia.
A todo esto, antes de ir a parar al Café L’Havana vi dos películas más. La primera, Le Havre (2011) de Aki Kaurismaki, que por un lado, a ratos, me sabía a “otra peli de Kaurismaki”, pero es innegable que posee un cada vez más extinto sentido de la maravilla y un humanismo genuino y conmovedor, que puede con cualquiera. Un filme tan pequeño como preciso y cristalino en el no por sabido menos lúcido discurso que ofrece: del berenjenal en que nos han metido, la llamada crisis y esas mierdas, sólo saldremos, en última instancia, gracias a la colaboración entre personas. Hay que ser un poco más humanos y más cómplices del drama general, en la acepción más comunitaria del término. A ayudarnos y todo eso, etcétera. La película está bien y tiene alguna que otra escena muy bonita. Y hay una especie de enano molón que tiene un grupo de rock. Y la última película fue El monje (2011), y la verdad es que me arrepentí del ostracismo al que la condenamos en Sitges. La última de Dominik Moll con Sergi López. Una coproducción europea de esas. En el periódico del Festival nos la rifábamos. Y resulta que no está nada mal. Un filme, sí, muy sobrio, una entregada y consistente adaptación de la novela gótica de Matthew G. Lewis, sin excesos ni florituras, comandada por un gran Vincent Cassel, en el rol de un monje íntegro e inspirador, el ojito derecho de los creyentes de la zona, venerado por sus convincentes sermones, cuya fe se irá tiñendo de lujuria a partir de la llegada a la abadía de un perturbador novicio enmascarado —debido a quemaduras de grado desconocido—. Atmosférica cuando debe serlo, muy cerebral, y con algún que otro par de tetas jugosas.
Luego había unas cuantas películas nada desdeñables que yo ya había visto en Sitges, como Drive, Dernière séance o Rundskop (Bullhead), que se alzó con el premio a la mejor película. Comí un bocadillo de hamburguesa con cebolla y queso el primer día y uno de tortilla francesa el segundo. Este año no tocaron Pony Bravo; nos tuvimos que conformar con el momento musical de la película de Kaurismaki. No vimos morir a Busquets, el show de cada año en la sesión sorpresa. Aunque, casi a modo de ironía, la frase con la que anuncian su muerte y la película sorpresa siempre es la misma: “Sessió golfa, projecció sorpresa sagnant i cruel, i assassinat d’en Busquets”. Ya nos la sabemos de memoria, es el verdadero logotipo del festival. Que no cambie.
Domingo, 13 de octubre
Amanece. No le he dado de comer en dos días, pero sigue viva. Yo sigo cosiendo hendiduras.