Platillos volantes (2003) es una de las últimas películas que recuerdo haber visto con mis padres, en la sobremesa de algún domingo de invierno (creo que yo ya la había visto), y también fue la primera sobre la que escribí en mi primer intento de blog personal, que se quedó en eso, un intento. Su director era Óscar Aibar (Barcelona, 1967), cuyo debut en el largo, el western postapocalíptico Atolladero (1995), es uno de esos filmes que me he propuesto ver una y mil veces, sin llegar a hacerlo realmente. Aibar es uno de esos barbudos ejemplares, casi un capitán Haddock sin pipa aparente al cual me encontré, al día siguiente de hacerle la entrevista en el Festival de Sitges, paseando a un perrito y a una mujer por el paseo marítimo. “¡No sabía que pasearas perros!”, le dije, dándome cuenta al instante de lo absurdo de mi exclamación. Él me respondió con un convincente: “¡Yo siempre!”. En lo tocante a su trayectoria artística, a quienes saca a pasear Aibar es a los perdedores de pura raza, a los desnortados y a los desaparecidos en combate, junto a un puñado de mitos y héroes de una cultura popular que, a juicio de nuestro entrevistado, tiene las horas contadas. Antes de nuestro cara a cara había hablado una vez con él en Facebook, para decirle que me había gustado mucho su primera novela, Los comedores de tiza. En La Paz Mundial hace tiempo que somos fans suyos. Cineasta, escritor, guionista de cómics y otras cosas de las que os podréis enterar en su web, Aibar vino a Sitges a presentar su última película, El bosc, y el Diari del Festival me mandó a hacerle unas cuantas preguntas. Esta es la versión integral de la entrevista que apareció, algo acortada, en el Diari.
Si decimos que El bosc, tu última película, es una fábula fantástica ambientada en la Guerra Civil la gente rápidamente pensará en las que ha hecho Guillermo del Toro (El espinazo del diablo y El laberinto del fauno).
¿Pero quién ha dicho eso? Nosotros no decimos nada de eso. Es una peli que nace de mi admiración por las novelas de (Albert) Sánchez Piñol. Es un realismo fantástico muy personal, muy de autor, que a mí me interesaba mucho. Cuando descubrí sus libros de cuentos y sus novelas, me encontré con algunas pequeñas joyas, como El bosc, que al leerla me pareció una bomba, y creo que sintetiza muy bien todo lo que fue la obra posterior de Albert. Tiene esa guerra entre lo civilizado y la naturaleza, el monstruo. Tiene historias de amor muy fuertes, un universo espectacular… con la película hemos querido reflejar este mundo, me he metido en los ojos de Albert y he intentado reflejar la historia tal como la hubiera visto él.
¿Desde el principio teníais claro que la ibais a rodar en catalán?
En realidad, el contenido de esta historia es absolutamente internacional. La última película que hice, El Gran Vázquez, también me hizo preguntarme si a alguien le podía interesar el mundo de los dibujantes de Bruguera fuera de España. Si nos comemos el universo de unos cuáqueros de Illinois o unos policías de Nueva York, ¿por qué no nos podemos comer esto? Luego he presentado El Gran Vázquez por todo el mundo y a la gente le ha encantado, lo ha entendido perfectamente. El bosc ni siquiera está rodada en catalán, está rodada en matarrañí, un dialecto muy bonito que se habla en diez pueblos, se entiende perfectamente, es quizá un catalán más cercano al castellano. Es un idioma precioso, que le da mucha personalidad a la historia. Son los pueblos donde se han criado los antepasados de Albert y él está como muy ligado a esta tierra. La película está muy puntualizada en el Matarraña…
¿Cómo se integró Tom Sizemore a un reparto formado íntegramente por actores catalanes?
Hay un papel muy bonito en la película, el de Pickett, que es un brigadista internacional. En la Guerra Civil hay una historia muy poco contada, la de la Brigada Abraham Lincoln, que son un grupo de antifascistas idealistas que pagaron su billete para venir a España a combatir contra Franco. Albert creó este personaje, que transforma la vida de la protagonista cuando se conocen. Ella conoce a través de él conceptos como la solidaridad, la trata como a una persona por primera vez, porque su marido, Ramón, es un auténtico garrulo. Y yo quería un actor muy especial para encarnar a Pickett. Tom Sizemore es un tío que a mí me ha hipnotizado en todas las películas que he visto, es un actor que hace pequeños papeles en películas muy grandes y siempre te quedas con él, siempre tiene algo. Fui a buscarlo a San Diego, y él me dijo que si había venido desde tan lejos para verle era porque realmente quería que hiciera la película, así que vino, la hizo y fue la hostia. Le da un aire mágico a la película.
Si Tom Sizemore nos mirara así aunque fuera solo una vez en la vida, ya podríamos morir tranquilos.
Ya desde tus primeros cortos, casi siempre has revisado el pasado histórico español.
Me interesa mucho la cultura popular española, porque creo que es algo que está desapareciendo. Pienso que ahora mismo lo que interesa es proyectar las películas procedentes de Hollywood, y que el cine, como lo conocemos ahora, un cine que hable de contenidos culturales nuestros, va a desaparecer. Y yo me siento en la obligación de reivindicar a nuestros autores, porque me parece que no tenemos absolutamente nada que envidiar a los americanos ni a los suecos ni a nadie. Es la cultura que yo conozco, y con la que me he criado, e intento que la gente la conozca. Es que además creo que todo esto se está perdiendo, el español como lo conocemos va a desaparecer, y el catalán ya ni te digo. Nunca he pensado una película para estrenarla en Hollywood, no sé si sabría hacerlo.
A mí me gustan mucho también las novelas de Javier Pérez Andújar, que reivindican la cultura popular de las últimas décadas.
Por supuesto. Una novela de Pérez Andújar puede ser una gran película, sin que tenga que ser de un sueco…
Cuando te has acercado a la comedia como género te han acabado quedando películas con un poso muy triste, girando siempre alrededor de la idea del fracaso. ¿Dirías que el fracaso es tu motor principal de inspiración para argumentos de comedia?
Se aprende mucho más del fracaso que del éxito. El éxito es Paris Hilton, eso no me interesa en absoluto. Yo creo que el fracaso le da muchos matices al alma humana. Las historias de boxeadores y dibujantes perdedores me interesan mucho más que las de gente que ha ganado, porque esa historia ya la han contado ellos, la historia del ganador es la que siempre se cuenta. Yo vengo de la contracultura y me interesa mucho más la historia del que ha perdido, y en mis pelis acabo poniéndome del lado del derrotado, y lo veo como a un héroe, porque para mí el héroe no es el que gana la batalla sino el que sigue vivo y puede contarlo. Sí que es cierto que, sin darme yo cuenta, me he ido acercando más a ese tipo de personajes.
Atolladero era una adaptación de un cómic tuyo (dibujado por Miguel Angel Martín) y en El Gran Vázquez contaste la historia de Vázquez. Siendo alguien que viene de la historieta, ¿hay personajes o cómics que te gustaría adaptar?
¿Para hacer películas en España? ¡Todo está por hacer! Yo creo que se ha adaptado lo menos interesante. ¿Porque no podemos hacer películas sobre Makoki y todos los héroes del underground, toda la línea clara…? Hay miles de personajes ahí. Siempre lo dijo, cuando trabajé en los cómics estuve diez o quince años por ahí y vi más talento a mi alrededor del que he visto nunca en ningún otro sitio. Aunque yo soy tan talibán de los cómics que pienso que son sagrados, a veces dicen que por qué no hacer la peli de Anacleto o de quien sea y es que a mí no me interesa ver las películas, me interesa leer la historieta, me interesa más el universo que había detrás que no ver una peli que siempre te va a decepcionar. Yo soy un loco de Marvel, pero X-Men y todas estas pelis las veo como historias de adolescentes, mientras que yo me las imagino en los años 70 en el Bronx, que era como estaban dibujadas. A los que somos muy talibanes las pelis sobre cómics no creas que nos gustan tanto.
Anacleto y la mujer desnuda de rigor.
Eres un director que ha tenido que sudar para levantar cada una de tus películas. ¿Cómo ves esto del low cost y las nuevas iniciativas de distribución?
Siempre he intentado hacer un cine que a mí me gustara, aunque no fuera el que se esperaba. Sí, me ha costado un poco levantar los proyectos, pero, al final, por insistencia, o porque el guión ha gustado, he logrado acabar las pelis. Pienso que hacer una película es tan difícil, realmente, que cualquier camino es bueno. Hoy en día, tú puedes tener una cámara digital y rodar de una manera mucho más fácil que cuando yo empezaba. Lo importante es que sea una buena historia y para contar una buena historia no hace falta tanto despliegue. Lo importante es el talento, y si se sabe gestionar con un presupuesto ínfimo, vale más todavía. Estoy muy a favor de todo esto.
¿Qué te aterra? ¿Cómo sería una película de terror dirigida por Oscar Aibar?
El terror para mí es lo que hay fuera del festival, en España, ahora mismo. Lo que nos rodea ahora mismo, que ya es suficientemente terrorífico por sí solo. Ayer un chaval me preguntaba si había ocurrido algún hecho paranormal durante el rodaje, y yo le decía que sí que había pasado algo paranormal y era el haber hecho una película en 2012 en España. Pero sí tengo que decirte que estoy muy contento de volver al festival (de Sitges). Hace diecisiete años que no venía, y para mí ha sido toda una experiencia psicodélica volver… no había vuelto ni de paso. Hoy presento Platillos Volantes, que no estuvo aquí en su momento, y para mí, que soy de Barcelona, es un reencuentro con el festival más cercano. Ya me tocaba.
¿Tienes algún proyecto nuevo del que nos puedas hablar?
Siempre hay que tener algún proyecto. Como decía Tom Waits, “todavía no ha nacido el perro que se pueda mear en la rueda en movimiento”. Tengo muchos, pero me gusta hablar de El bosc. Espero que a la gente le guste la peli, que para mí es una joya absoluta, y estoy muy ansioso porque la gente la vea.
El hermoso tema de Los Pasos que cierra Platillos Volantes. Aquí no hay ironía.
Fantástico Aldeguer, como siempre.