En Ilusión, Daniel Castro convierte la trama en mera excusa para presentarnos a un personaje muy personal, atractivamente anodino, expresivamente hierático, que se define con precisión a lo largo del medido metraje mientras saca a relucir todas sus rarezas y particularidades. En cien años de cine, siempre se agradece este tipo de personajes en la pantalla. Personalidades que nos han ofrecido imágenes inolvidables, dejando una huella duradera en nuestro imaginario colectivo. Queremos a los tipos y tipas torpes, cómicos sin pretensiones por sus neurosis, como esos mitos creados por guionistas/directores tan brillantes como Billy Wilder, o ese Woody Allen con quien Castro comparte, además, su afán por la actuación.
Con su visión fresca, divertida y extraña de un guionista que lo deja todo para sacar adelante su bizarro proyecto cinematográfico, un musical sobre la Transición con más de una canción para el recuerdo, Ilusión ganó en la sección Zonacine del Festival de Cine de Málaga el premio al Mejor Guión, Mejor Dirección y Mejor Película, gracias al jurado de las escuelas de cine. Y ahora tenemos la oportunidad de verla en la Cineteca los próximos sábado 29 (20h30) y domingo 30 de junio (18h30), y miércoles 3 y 10 de julio (20h30). Sería imperdonable perdérsela.
En Ilusión, las imágenes están sometidas a la palabra. Como espectadora estaba enganchada a las situaciones hilarantes y disparatadas que creaban los diálogos. Prácticamente no hay acción, y si la hay, son momentos transitorios o de respiro que nos preparan para el próximo encuentro o desencuentro del protagonista con otros personajes. Háblame un poco de la construcción de los diálogos, de si ha habido improvisación…
Le di a cada actor un guion de la película para que tuviera unas pautas, pero a los actores no profesionales les pedí que se olvidaran del texto. David Trueba y Víctor García León improvisaron todos los diálogos, y a veces les pedía que intentaran recuperar alguna frase del texto, pero únicamente porque era necesario para introducir un gag mío. Félix Viscarret sí se quedaba más en el texto.
Gracias al montaje y al rodaje de varias tomas existe una unidad en la historia. Cogía una toma con improvisación que salió bien con otra que seguía el texto, y así…. Al final la secuencias forman parte de un todo unificado. Además, el guión lo fui modificando, introduje secuencias en medio, como los paseos por el Retiro, que en un principio no estaban planeadas y que además las rodamos un año más tarde. Todo fue un poco locura.
El recurso de romper la cuarta pared lo utilizas con varios personajes. Muchos de ellos recitan mirando a cámara e-mails que mandan, o notas que dejan en la cocina, por no hablar de tu personaje y sus monólogos poniendo a parir a Michael Haneke, o tocando la guitarra… Este recurso lo has utilizado en varios proyectos, como por ejemplo en tu corto Aftershave, donde el personaje se pasa hablándole a cámara los 15 minutos que dura. ¿Te gusta comunicarte directamente con el espectador?
Es un recurso que está muy visto, actualmente se utiliza mucho en webseries. Es una especie de prolongación de lo que pasa en los videoblogs. Para mí es una marca, no mía sino de los tiempos, es una manera de grabar barata, sencilla. Me gusta el punto cómico que le da, me gusta la realidad comentada, el contrapunto de lo que la persona está contando y lo que después se ve. Me parece muy interesante ese contrapunto: la percepción y la realidad que muchas veces no van paralelas.
Me interesa más la visión de los personajes sobres las cosas que las cosas en sí mismas. Tengo un problema con el dogma del cine visual, eso de que el cine más visual es superior, que la edad suprema del cine fue con el cine mudo, lleno de metáforas visuales, y que cuando llegó el sonoro todo pasó a ser menos sutil, más banal. Hace 20 años tenía interés para mí, actualmente lo veo un poco inútil. En la vida con la que me relaciono hay sobredosis de palabras: mails, mensajes, blogs, internet, textos… La relación del individuo con todos esos mensajes es lo que más me interesa, cómo procesa esos mensajes que le llegan. Gente articulando las cosas que opina en frases, discursos de la gente sobre la realidad, yo quiero mostrar eso. La peli es eso, gente expresándose…
Woody Allen es una influencia clarísima en Ilusión; guionista, director y actor protagonista de sus películas, que construye un personaje particular, recurrente, cómico. Pero en este caso veo algunas diferencias. Mientras que la hipocondría y la neurosis de Woody eran herederas de la agitación sociocultural de Mayo del 68 y la Primavera de Berkley, con su perenne crisis de identidad llevada al exceso y proyectada sobre todos los aspectos de la existencia, tu personaje se ha asentado en una identidad y una visión de la vida decepcionante, decadente, cómicamente tristona… viviendo en una burbuja. Es un tipo de personaje que ya has interpretado en anteriores trabajos, no solo en tus cortos, sino en la peli de Jonás Trueba, Todas las canciones hablan de mí. Coméntame un poco su construcción, su razón de ser…
Yo construí ese personaje hace diez años en unas clases de teatro porque era muy mal actor. En un ejercicio de clase, me puse una máscara, me sentí liberado y empecé a improvisar. La gente se reía. Me di cuenta de que yo no era bueno actuando de manera expresiva, pero en cambio podía ser bueno improvisando frases cómicas. Cuando acabó el taller de teatro, me puse frente a una cámara a decir frases de éstas, y en lugar de ponerme una máscara, decidí poner cara de palo, inexpresiva. Me empecé a inventar a este señor tan patético. La desconexión de mi personaje y la incapacidad de entenderse y ser entendido es el conflicto máximo, el desfase entre el mundo y él mismo. La comedia es eso. Larry David en su serie es un personaje que hace cosas, y casi todo se malinterpreta. Eso es lo que me interesa, eso es lo que he usado para actuar. No soy expresivo, lo aprovecho para crear bichos raros que dicen burradas con un ictus contenido. Respecto a lo de Jonás, vio “Aftershave” y me llamó…
La película habla por un lado de la quiebra de las ilusiones, y por otro de dejar la estabilidad y la conformidad para buscar tu camino. Esto lo expresas a través de dos personajes, dos claros polos opuestos: tu amigo que vive en una buhardilla cochambrosa, autor maldito que hace lo que le gusta malviviendo; y tu otro colega guionista, “mercenario” que se vende a los productores de televisión, pero vive una vida personal satisfactoria, sin sentirse realizado. Para ti no hay termino medio, y el final de tu peli te dice que o te adaptas al sistema o no te comes un colín. Mi pregunta es: ¿intentas legitimarte como guionista de series españolas?
Tal vez sí, hay mucho dogma con la pureza. Scott Fitzgerald escribía El Gran Gatsby y a la vez escribía guiones para Hollywood de pelis muy malas. Existe mucho mito en la pureza del artista y de no mezclar lo que es arte con lo que no. No me quiero reír de esa postura, sé que existe esa posición y yo la puedo tener en algunos momentos, pero no podemos tomarnos tan en serio. Nunca sabes, hay obras sin pretensiones escritas para la cultura popular que son obras maestras y acabas estudiándolas en la universidad, mientras que hay proyectos muy pretenciosos que no acaban funcionando… Hay que tomarse más a uno mismo con sentido del humor. Algunas cosas que escribirás les gustará a personas más reputadas, y otras cosas no le gustaran a nadie. A veces escribes por pasta, por supuesto, pero si tienes tiempo libre y escribes porque quieres, pues ¡qué bien poder hacerlo todo!
La fotografía está bien iluminada, es muy evocadora, con imágenes bonitas, cuidadas, que entroncan perfectamente con el título pero que contrastan francamente con los fracasos y penurias que le suceden al actor. ¿Está buscado este resultado?
La fotografía es gracias a Hilario Sánchez Agudo, dire de foto. A veces no la pudo hacer, por ejemplo en los exteriores. Teníamos claro que queríamos una imagen cuidada y, gracias también a Oriol Puig, que codirigió prácticamente la peli conmigo, la iluminación es fantástica con muy pocos medios. Hay momentos que me duelen profundamente porque no llegan a la altura de la profesionalidad de estos dos grandes amigos, pero es que fue un rodaje complicado, por fases, y a veces no estaban. Quería una fotografía básicamente bonita y cuidada, y en casi todos los planos lo conseguimos.
En la peli reniegas de Michael Haneke, le llamas aguafiestas, y tu protagonista incluso rechaza vender uno de sus dvds. Piensa un momento un cosa: desde otro punto de vista que no sea el amable o el cómico, yo creo que tu historia es un poco Haneke. Tu personaje tiene frustradas sus esperanzas, ha tenido que elegir en la vida, ha tenido que matar los sueños, por no hablar de su falta de autoconsciencia del entorno o del talento. En los mundos de Haneke la violencia está palpitante, parece que va ha estallar… hasta que estalla. A tu personaje le ocurre un poco esto. También el ritmo parsimonioso de su personalidad, tan acorde con el ritmo parsimonioso de las películas de Haneke, con esa civilización burguesa amable que también estalla en un mundo apocalíptico, tan caótico, como en Ilusión… Supongo que estoy queriendo sacar aquí cosas que no son…
Se le está dando importancia a mis referencias a Haneke y creo que mis gags sobre Michael no están demasiado bien, de hecho la carta inicial dedicada a él me la inventé después y la metimos en el montaje. Lo que dice mi personaje es mi opinión sobre este cineasta, no comparto opiniones sobre la vida como las suyas. Creo que hay un término medio, la vida que yo percibo no es como la vida de las pelis americanas mainstream ni como en las pelis de Haneke, con ese tremendismo exagerado, la clase media europea culpable de todo, y así cualquiera que aparezca con un cuchillo tiene justificación para matarles. Haneke tiene una especie de mala conciencia de progresía europea. Yo no me siento culpable de nada. Se podría hacre una versión sin humor parecida a una peli de Haneke y que al final mi personaje se tire por una ventana.
Es un símbolo de algo que no me gusta. la critica y el arte tienden a venerar ciertos valores que simboliza este director: una falta de realidad, una solemnidad, una falta de naturalidad, de realismo… El cine de Haneke no deja entrar la vida. Representa una voluntad de cine que quiere labrarse en mármol, cada plano, cada diálogo esculpido. Topicazos de la crítica que me ponen nervioso: “diseccionar con un bisturí a la sociedad burguesa”, “detrás de esas familias burguesas francesas se esconde un horrible crimen”… estoy harto de eso. Según Michael, todos tenemos un cadáver en el sótano. Pues yo no lo tengo, no soy culpable de nada demasiado horrible. Mi personaje calmado, tranquilo no es un personaje velado a la contención centroeuropea… es porque, como ya te he dicho, no soy muy expresivo.
Háblame un poco de la distribución de Ilusión.
Habrá que ver lo que te ofrecen o no, alguna tele pequeña, después seguramente online… pero lo primero será algo en cines. El sábado 29 de junio estrenamos en Cineteca. Empecemos por ahí, y ya se irá viendo.
¿Secuela de Ilusión? ¿Vas a volver a interpretar este personaje tan anodino pero encantador?
Ya me han ofrecido una peli con este personaje, por ahora no puedo dar detalles. No será exactamente el mismo personaje, pero, si todo sale bien, lo escribiré y lo interpretaré.
Muy buena nota. Gracias a la periodista por acercarnos a Ilusión. Gran trabajo.