FOR A GOOD TIME CALL, o la domesticación de lo subversivo

1993. Jennifer Jason Leigh le cambia los pañales a su bebé mientras dice guarradas a través del auricular telefónico. Es una mamá y también una empleada del sexo por cable. La escena desata cierta polémica: tras la cámara está Robert Altman en su mejor momento creativo, subvirtiendo la moral del respetable y sentando cátedra para la venidera ola de incorrección política.

2010. Anne Hathaway hace exactamente lo mismo. Dice guarradas a viva voz por teléfono cuando no la miran. En este ocasión, sin bebé. La escena es un gag escueto, anecdótico de una comedia familiar blanda, blandísima, de un autor, Garry Marshall, que vivió mejores tiempos y que intentaba reinventarse un tanto en vano a través de propuestas corales que, en esencia, no distaban tanto de la de Altman / Carver.

En estos diecisiete años no sólo podríamos concluir que el espectador medio se ha acostumbrado al lenguaje malsonante en la comedia mainstream, sino también que es el mismo lenguaje el que ha sido domesticado, adaptado a los requerimientos de su público potencial y vaciado de su valor subversivo. Porque ya no hablamos únicamente de sexo telefónico, sino del uso del lenguaje como catarsis humorística y como arma para provocar: un ejemplo más general sería la relación dentre “Clerks” de Kevin Smith, saludada en su momento como hito underground y calificada NC-17 en 1994 por sus chistes de pollas, y “Una chica de Jersey” (2004) del mismo autor, que adaptaba parte del mismo equipaje explosivo a los ámbitos de un subgénero tan inofensivo como la comedia con niño para todos los públicos.

Insisto que no hablamos de un progreso, de una superación de tabúes, sino de una domesticación arrasadora y nociva, de la que ya hablaba Freud cuando decía que toda perversión tenía la capacidad de perder, en un momento dado, su valor revulsivo. No está de más preguntarse por qué las cosas que nos ofendían hace diez años han dejado de parecernos tan fuertes y escandolosas. ¿Es por qué somos ahora más liberales y tenemos una moral más laxa? ¿O es por qué los mecanismos de Hollywood se han encargado de vaciar arteramente cada elemento residual de su fuerza contracultural y subversiva, vendiéndonos algo que ahora parece lo mismo pero que en realidad es algo muy diferente?

La muy agradable FOR A GOOD TIME, CALL de Jamie Travis, que ha llegado directamente a DVD, es cualquier cosa menos una comedia contracultural. Incluso que le haya endosado el calificativo de agradable dice mucho por dónde van los tiros. Cuenta la historia de dos compañeros de piso que deciden meterse a eso de decirle guarradas a los pajeros para ponerlos a tono. Más que la de Altman, en ella se detectan las sombras alargadas de Lena Dunham y, antes, de Darren Star y sus chicas pijas de Nueva York. Cuenta entre sus alicientes con dos actrices protagonistas notables, y las apariciones siempre bienvenidas de Mimi Rogers y Justin Long, además de un tronchante cameo de Seth Rogen en el que quizá sea el mejor momento de toda la película. Su desarrollo apunta infinitas cosas que no desarrolla por comodidad o cobardía. Como el romance lésbico de las protas, que sí era oportunamente consumado en la superior y más divertida “D.E.B.S”. Es lo que hoy entendemos hoy día como una comedia domesticada y light partiendo de material de derribo. Un fenómeno cada vez más frecuente en las últimas comedias que nos llegan de fuera, y uno no sabe hasta qué punto el resultado podría definirse como una deliciosa rareza o, simplemente, como una oportunidad perdida de alcanzar algo verdaderamente grande.

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