Kurt Vonnegut a las 2:15 AM y otros cuentos ilustrados sobre el Primavera Sound

De Caroline Polachek a Richard Hawley y de miércoles a domingo, estuvimos en el Primavera Sound 2012. No siempre estábamos juntos, de hecho, no lo estuvimos casi nunca, pero aprovechamos un momento en el que nos metimos tras unos arbustos a, presuntamente, esnifar cocaína —queríamos impresionar a unas chicas— para consensuar el tono y las intenciones generales de esta nuestra crónica del evento. Yo, que me llamo Toni Junyent, probablemente algunos de ustedes ya me conozcan, les comenté a mis compañeros que no sabía escribir sobre música y que tenía pendiente leer los libros de Kiko Amat, a lo que Néstor F. respondió que sus textos en ningún caso hablarían sobre música. Pau Anglada estaba tendido entre unas cañas, mirando fijamente a la luna, y dijo que hablaría sobre la extinción de los dinosaurios. Llamamos por teléfono a Alberto Puterflam y nos quiso contar algo relativo a una paja, pero le cortamos el rollo y le preguntamos si quería participar en el asunto. Aceptó. Les dije que podían incluso hablar de grupos a los que no hubieran visto. Les pedí que mintieran y dijeran que todas las noches me marché del recinto del Fòrum en brazos de mujeres nórdicas amantes de la ciencia-ficción. Les dije, en fin, que hicieran lo que les diera la gana, que en La Paz Mundial no somos exquisitos y publicamos casi cualquier cosa, e incluso ayudamos a adolescentes desnortadas como Mireia Laguna a encontrar su lugar en el mundo, y las acariciamos paternalmente cuando se emborrachan. Lo que sigue, pues, son nuestras impresiones sobre cada uno de los grupos o artistas que hemos creído conveniente reseñar aquí. Léanlo con discreción. Y no se crean nada. O créanselo todo. Nos da un poco igual.

Ilustración de Alberto Puterflam. El resto, si no os decimos lo contrario, son de la persona que firma el texto que va encima

Ahora, viéndolo toda la mierda que hemos escrito, me doy cuenta de que no nos cagamos en casi nadie. Dejamos bien a la mayoría de los grupos y ni siquiera mencionamos el precio abusivo de las cervezas. ¿Cuatro euros y medio por 50 centilitros de birra? ¡Yeah! ¡Viva el Primavera Sound! Bueno, empezamos con las reseñas. En orden más o menos cronológico, excepto cuando nos apetezca saltárnoslo.

CHAIRLIFT

Llevándome por delante medio litro de sudor del público presente, conseguí llegar hasta las primeras posiciones de la platea. Y empezó, con un poco de retraso, el primer concierto de Chairlift en nuestro país. Saludaron muy simpáticos y comenzaron los primeros acordes. Todo iba sobre ruedas, Caroline flotaba en el escenario y Patrick encajaba el bajo de forma precisa. Hasta que apareció él. Un hombrecillo vestido de amarillo, cargando con un espejo que doblaba su altura. Salió del fondo del escenario y se colocó al lado de Caroline, empuñando ese espejo. Supuse que formaría parte del espectáculo, un nuevo ingrediente en la performance de Sidewalk Safari, me resultó simpático. El hombrecillo me miró y dirigió el espejo hacia mi posición, de manera que podía verme reflejado. Ahora estaba en el escenario, espejo mediante. No entendía nada. El grupo seguía con su show, como si ese hombrecillo no estuviera allí. El público estaba disfrutando mucho con canciones como Bruises o Amanaemonesia, pero el hombrecillo seguía ahí, con ese espejo, enfocado hacia mí, mirándome. Me estaba resultando todo demasiado incómodo, cambié mi posición pero el hombrecillo no hacía más que seguirme, direccionándolo hacia cualquier lugar donde me moviera. Dios, ¿qué significa esto? ¿Por qué tenía que verme continuamente reflejado en un espejo? Solo quería disfrutar del concierto y ese hombrecillo estaba arruinándolo todo. Estaba al borde de la desesperación. De un salto, me lancé sobre el escenario, y estuve a punto de coger a ese maldito hombrecillo por los pies, pero los de seguridad se abalanzaron sobre mí y me sacaron fuera, a ostias. Todo pasó muy rápido, la típica cosa que pasa muy rápida. Estaba en la calle, sentado en el bordillo frente al Apolo, con un dolor tremendo en el costado izquierdo, posiblemente una costilla rota. Giré la cabeza, una chica a mi lado. Sangraba por la nariz. “¿A ti también te ha reflejado?”, me preguntó. Así fue como conocí a tu madre.

Néstor F.


GRIMES

Uno de los gags más certeros de la película Infiltrados en clase es el momento en el que los dos protagonistas llegan al instituto y, echando un vistazo a su alrededor, identifican varias tribus urbanas (los góticos, los pijos…) hasta que sus miradas se detienen en un punto y ven a un grupo de chicos y chicas a los que son incapaces de catalogar. Bienvenidos al siglo XXI, nenes. Yo me sentí un poco así en el concierto de Grimes, rodeado de gente extraña que no era exactamente hipster ni tampoco hippie ni tampoco moderna ni tampoco del todo kitsch. Y viendo a Claire Boucher a.k.a. Grimes dándolo todo y queriendo abrazarnos a todos con su inclasificable mezcla de estilos, con un pie en el pop y otro casi en el trance, imaginé que sería perfecta para el papel de princesa o diosa en peligro en alguna película de ciencia-ficción pulp o ambientada en otro tiempo y en otro lugar, como Calles de fuego. Dicho esto, quizá su directo encajaría más a las tres de la madrugada o, por qué no, al amanecer, todos puestos de drogas con nombres nunca oídos, pero estuvo bien, la gente bailaba, y yo en concreto me iba entreteniendo con las bragas rojas de una colgada que deambulaba por el escenario enseñando muslo, meneando su falda minúscula y gateando cual esclava de Dioniso. Hedonismo puro y duro, eso es lo que ofrece Grimes.

Toni Junyent

MAZZY STAR

“Más vino, por favor”, exigió Hope Sandoval hacia el final del concierto, para que lo oyéramos todos. Mazzy Star cantaron once canciones y se volatilizaron. Temas como Halah o Fade into you sirvieron para llevarnos a playas solitarias en las que nunca sale el sol, pero durante la mayor parte del concierto tuve la sensación de que aquella gente se estaba limitando a cumplir con lo pactado, a hacer su trabajo, y la Sandoval, en particular, paseando su aura de diva misteriosa por el escenario Ray-Ban. Como si nos estuviera haciendo un favor. A algunos quizá se lo hizo, el favor, pero yo creo que disfruté más o menos igual que cuando he escuchado los discos en casa. Fue bonito. Pero tendría delito si no fuera ni siquiera bonito. Si Hope Sandoval no fuera guapa Mazzy Star no habría existido nunca. Pero claro, eso es parte de la gracia.

Toni Junyent

WILCO

Las primeras veces que oí hablar de Wilco siempre me venía a la cabeza Roger Wilco, el protagonista de la saga de aventuras gráficas Space Quest. Y sigo haciendo esa tonta asociación cada vez que Jeff Tweedy y compañía aparecen por ahí. Es otro de esos grupos a los que he escuchado de forma muy intermitente, y después de su concierto me prometí que de ahora en adelante iba a escucharlos como mínimo una vez a la semana. Ahora mismo, cuando escribo esto, empieza a sonar en mis auriculares “Yankee Hotel Foxtrot”. Son muy buenos. Y tienen un directo elegante que va del rock al country y del country al rock a lo ancho y largo del paisaje americano, esa historia, que a su vez son muchas historias, de los corazones rotos y los letreros vintage en las gasolineras. Son contagiosos. Quería ir a echar un vistazo a Beirut, o a los Thee Oh Sees. Pero me quedé con ellos.

Toni Junyent

JOE CREPÚSCULO

A veces pienso que Joe Crepúsculo es para mí algo así como Joan Manuel Serrat para mi padre, un artista al que acudir siempre que lo necesitamos en busca de sabiduría y enseñanzas vitales. Un referente no solo musical, sino ético y moral, incluso. Espero que dentro de 30 años se publique un libro sobre Joe como ese de Serrat, ese tan grande de la portada negra, con todas las letras, fotos… El domingo se enfrentó al reto de hacer uno de sus conciertos más multitudinarios, y superó el envite con nota, damos fe de que lo hizo. Con una ristra de hits imbatibles (de Suena Brillante a Enseñame a amar pasando por Baraja de cuchillos) hizo bailar a todo bicho viviente. Hasta yo, que soy un ser humano un poco hierático, bailé un poco. Bueno, moví un poco la pierna derecha, como si me hubiera picado algo. Yendo al grano, lo pasamos muy bien con el pop destartalado de Joe, una vez más.

Alberto Puterflam

REFUSED

No es que sea un gran seguidor de la banda que lidera Dennis Lyxzén, pero, cuando aún se llevaban los CD-ROM hubo una época en la que me bajé muchos discos, les ponía el título con rotulador y los escuchaba en un discman que me habían regalado los Reyes Magos. “The shape of punk to come” era uno de esos discos. Molaba. Su directo tuvo la contundencia y el carisma punki que se les suponía. Dennis Lyxzén estaba cachondo y cabreado, y soltó un monólogo en el que vino a decir que era curioso volver a cantar ahora canciones que escribieron quince años atrás y descubrir que las letras siguen teniendo tanta o más validez que entonces. Además, esos suecos tienen buenos técnicos y operadores de luces. Mirabas a las pantallas y parecía que estuvieran tocando enfrente de un incendio o en un campo de batalla. Luego nos fuimos a The XX cediendo a la presión de grupo y yo y mi amiga Alouette estuvimos de acuerdo en una cosa: vaya mariconada, con perdón.

Toni Junyent

SPIRITUALIZED

“¿Es cosa mía o esto ha sido un conciertazo?”, quise preguntarle a alguien. Pero decidí que era mejor quedarme con mi subidón y esa noche abandoné el recinto del Fòrum satisfecho de no haber acompañado a Néstor F., que se había retirado antes. A la mañana siguiente tenía que devolver unos vídeos, o eso me dijo. Dispuestos en semicírculo o quizá sería más exacto decir en media luna, los de Jason Pierce —él, de blanco y con gafas de sol, el resto de músicos de negro— ofrecieron un ritual, una ceremonia en toda regla. Abrieron con Hey Jane, un tema de su nuevo disco, para luego, ya en caliente, irse hacia arriba, muy arriba, hacia el mismísimo Jesus Christ, al que Pierce invocaba en largos pasajes hacia las estrellas, surcados por la distorsión. Ruido de guitarras, ruido sublime que se prolongaba y por momentos me hizo pensar en buscar un saco de dormir y quedarme allí mirando al cielo toda la noche, flotando en el espacio. Luego, como si aquello hubiera sido una especie de masaje previo, se marcaron unos cuantos clásicos, Come together o Soul on fire entre ellos, con oficio y brillantez. Al final Jason Pierce tiró su guitarra, estrellándola contra la batería, y se largaron.

Toni Junyent

KINDNESS

El cantante de Kindness es un tipo larguirucho, bastante alto. Como mucha gente del público. Gente alta que no te deja ver lo que tienes delante. Si no consigues llegar a las primeras filas, es complicado ver el espectáculo si mides poco más de metro sesenta.

Charlando con Pau, se nos ocurrió un sistema de “organización de público”, por alturas y a base de zonas de colores pintadas en el suelo. Color rojo, los más altos, al fondo. En ambar, los de estatura media, por el centro. En primera fila, los más bajos, color verde. Todo el mundo podría disfrutar del concierto sin joderse las cervicales y disfrutando de algo más que una nuca sudorosa. Además, visualmente sería muy chulo, desde fuera formaría una especie de montaña ascendente, un juego visual muy “Gondry”. Pau comentó la idea de contratar algunos enanos, para colocarlos delante del todo y crear un efecto óptico todavía más potente.

Pero yo propongo otro sistema mucho menos sectario y sin duda más cómodo. Cascos con cámara integrada y mochilas con pantalla de 13 pulgadas (Full HD). No cuesta tanto: eliminas algún cabeza de cartel innecesario, como Saint Etienne o The Cure, e inviertes el dinero en cascos con cámara integrada y mochilas con pantalla de 13 pulgadas (Full HD). A las personas que midan más de metro ochenta, los abasteces con estos aparatos. Obligatorio. Los que se nieguen, multa y te sacas ese dinero extra. ¿Tanto cuesta?

Néstor F.

LAURA MARLING

Néstor F. se reía de mí cuando yo le decía que iría al Primavera hacia las cinco de la tarde (él llegó, todos los días, después de las ocho) pero el viernes no quería perderme a esta señorita. Y pasé de Nick Garrie porque ya le había visto, aunque “The nightmare of J.B. Stanislas” es un señor disco. Laura Marling nació en 1990 en algún lugar de Inglaterra, es rubia y pequeñita y, aunque no sé si existirá un futuro para que puedan florecer y madurar grandes mujeres del folk como en su día lo fue Joni Mitchell, pero lo que es voz, esta inglesita tiene de sobra. Arrancó alguna que otra ovación al público del Auditori, durante cuarenta y cinco minutos en los que repasó sus tres álbumes hasta la fecha, cerrando con la preciosa I speak because I can, que da título a su segundo disco, pero dejándonos por el camino con perlas del calibre de Alas, I cannot swim o Ghosts.

Toni Junyent

JEFF MANGUM (NEUTRAL MILK HOTEL)

Era quizá el deseo más concreto que tenía en esta edición del Primavera Sound: oír a Jeff Mangum cantar In the aeroplane over the sea. Lo conseguí. Una noche, escuchando Oh Comely, otro tema del mismo disco, di con un comentario de alguien que decía ser un Navy Seal y que la primera vez que mató a alguien estaba escuchando precisamente esa canción: “right after i graduated from college i enlisted in the navy seals. in retrospectit was probably the worst decision i ever made in my life but i was just a kid & my atavistic instincts needed to be satisfied, or maybe i was just curious? anyway the first time i ever killed a human being i was listening to this song on my ipod while my team was on patrol. our convoy was ambushed by a roadside bomb and i forgot to remove my headset before going into combat”. No sé si el tipo nos está tomando el pelo, pero que mal rollo. Nunca me habría imaginado a un soldado yanqui escuchando a Neutral Milk Hotel. Su exlíder empezó su concierto con la mismísima Oh Comely y terminó con las dos partes de Two-headed boy. Podría decir que fue emotivo, desgarrador, increíble, etcétera, pero me limitaré a deciros que cuando Mangum se despidió y procedió a evaporarse detrás del escenario, todo el Auditori Rockdelux se puso en pie y empezó a aplaudir hasta que tuvimos la certeza de que no iba a volver. Breve, pero intenso a más no poder.

Toni Junyent

THE CURE

Me obligué a ir al concierto de los de Robert Smith, aunque a esa toca también estaban The War on Drugs y el homenaje al “Third” de Big Star, un disco que no conozco pero que se supone que es de culto y algunas cosas más. Me obligué a ir por una razón muy sencilla y es que, de todo el cartel del Primavera, The Cure era el grupo del que podía citar e incluso tararear más canciones. Una vez me regalaron ese discazo que es el “Disintegration” (1989), hit after hit, y aquél mismo mediodía había estado escuchando el “Seventeen Seconds” (1980), que Philipp Engel daba mucho la lata con él. La verdad es que sonaba bien. El concierto fue un regalo mayúsculo para los fans, y yo pude gritar aquello de Just like heaven que me solía gustar tanto, “tell me tell me tell me how yo do that trick the one that makes me scream” y también algunos versos de Pictures of you que me siguen fascinando y traté de moverme con sigilo y a la vez con ritmo en Lullaby, aunque luego me fui y al cabo de un rato, bastante, volví y seguían tocando y acabaron con Boys don’t cry. Mi vida no cambió mucho, pero oí casi todas las canciones que quería oír, menos dos: Six different ways y otra que no recuerdo como se llama.

Toni Junyent

M83

Lucecitas de colores y una chica alta. No recuerdo mucho más. Creo que drogado habría disfrutado más y sabido apreciar el entramado visual psicodélico que M83 propuso, pero oye, que fue una cosa muy festiva e incluso salté. Creo que fue de los pocos conciertos en los que salté. Me hago mayor. Ha pasado una semana y la verdad es que ya no tengo mucho que decir sobre este concierto en particular, pero me gustó aunque mi texto parezca irónico.

Toni Junyent

JUSTICE

La multitud se agolpa en uno de los conciertos más esperados del sábado: el visionario duo de DJ’s Justice. Alrededor, la gente sonríe con ansia, preparada para vibrar ante el saber hacer de los franceses, las miradas cómplices entre desconocidos no paran de sucederse. Posiblemente, este sería el concierto de sus vidas. Miles y miles de personas esperan de pie ante un escenario con todo preparado para el baile definitivo: una docena de bafles gigantes enmarcando el panel de control como de nave espacial, repleto de cables y lucecitas. En el centro del encuadre, un mesiánico crucifijo luminoso, símbolo del grupo. Lejos queda Jesucristo.

Suena una introducción musical, una sintonía familiar. La gente grita, aplaude, aúlla. La iluminación empieza a jugar sobre nuestras cabezas. Se abre una compuerta en el suelo. Una silueta negra asciende lentamente, mientras las mujeres enloquecen a mi alrededor.

La silueta solo es una. Pensábamos que Justice eran dos, pero ahí solo hay una silueta, solo hay un tío. Da igual. Seguimos enloqueciendo. Golpes de tambor. Pom. Pom Pom. Pom. La silueta se ilumina, es un hombre, mira hacia arriba, muy serio. Un hombre de unos cincuenta años, semiobeso, con perilla y melena rubia. Se parece al de Cruz y Raya. Al otro. Al malo. Se parece a Juan Muñoz. ¿Es Juan Muñoz? Es Juan Muñoz, sin duda. Juan Muñoz con gafas de sol. No sé si la gente se ha dado cuenta de que es Juan Muñoz, pero siguen gritando. Yo estoy totalmente alucinado. Juan Muñoz camina hasta el panel de control, donde están los platos y toda la mandanga técnica. Juan Muñoz levanta un brazo, todo el mundo imita su movimiento esperando la eyaculación electro-musical sobre sus caras. “Because we-are-your friends”. Delirium tremens colectivo. Juan Muñoz pulsa un botón y se suceden los hits de Justice durante algo más de una hora. Y la gente, en trance.

No importaba que detrás de todo eso estuviera Juan Muñoz. Nadie miraba el escenario. El sonido era nítido, fuerte, las canciones precisas, bailables, la electrónica fluía y los cuerpos respondían. Durante el concierto, el sentido de la visión no importaba. Fue el concierto de sus vidas y Juan Muñoz se llevó la mayor ovación de su historia sobre un escenario.

Néstor F.

MICHAEL GIRA

Algunos han dicho que el líder de The Swans parecía un predicador, y la verdad es que yo pensé en el personaje de Michael Parks en Red State, la peli de Kevin Smith. Otros compararon su vestimenta (camisa blanca, tirantes y sombrero vaquero) con la de un colonizador o un conquistador. Y vaya si nos conquistó. Michael Gira nos hizo temer por su salud mental y por la nuestra. Cuando se ponía a gritar, a aullar como cerdo llevado al matadero, nos decíamos que iba muy en serio. Hubo un momento en que dijo que iba a tocar dos canciones de amor seguidas. A mitad de la primera empezó a darse bofetadas en la cara. El amor es una bofetada en la cara, a menudo. La vida lo es casi siempre. Bofetadas musicales, bofetadas terapéuticas, bofetadas que duelen de verdad. Fueron cuarenta y cinco extraños minutos en un lugar parecido al infierno. Gracias.

Toni Junyent

SHARON VAN ETTEN

La nueva Patti Smith o algo así, dicen. La nueva PJ Harvey. La nueva. Lo nuevo es lo viejo con otra cara, quizá más bonita, quizá un poco menos. En realidad, la chica no está mal, musicalmente digo, pero yo en realidad me acerqué al concierto para vigilar a una canadiense con un tatuaje mal hecho de una bailarina en la espalda a la que pretendía abordar en cuanto terminase la tal Van Etten. Así lo hice: le pregunté si el tatuaje tenía algún significado especial, me dijo que era una bailarina y que la disculpara pero que se iba a beber. En realidad fue a la barra pero no pidió, simplemente esperó a que me fuera.

Toni Junyent

LISABÖ

Es probable que los de Irún no hayan inventado la sopa de ajo pero lo que hacen, lo hacen de puta madre. Leeréis por ahí que dan mucha caña, que están más allá de la cúpula del hardcore o, ya sin embudos, que son la hostia consagrada. Lo son, y lo cierto es que su directo es de esos que no permite que tu mente se vaya a otra parte, cuando empiezan a maltratar sus guitarras (con estilo) y a darle a la batería no puedes hacer otra cosa que mover la cabeza como se hace en este tipo de conciertos y bloquear la mente o dejarla en blanco como se supone que hay que hacer en yoga. A menudo usamos el verbo vibrar de forma figurada. Con Lisabö se vibra, pero de verdad. Lisabö son un vibrador.

Toni Junyent

GRUPO DE EXPERTOS SOLYNIEVE

El escenario MINI se llamaba así porque lo patrocinaba la marca de coches del mismo nombre, pero no era precisamente pequeño. Era, de hecho, el que estaba más a tomar por culo y el más ancho. Cuando llegabas a la explanada final, veías el escenario a lo lejos, pero aún quedaba un trecho por caminar. A un lado el mar, al otro el skyline. Fue en ese marco incomparable en el que, a las 20:15 horas del sábado, empezó a tocar, para cuatro acólitos, los justos, el Grupo de Expertos Solynieve, también conocido como “el otro grupo de J de Los Planetas”. Yo apenas recordaba las canciones del primer disco, aunque lo escuché a menudo cuando estaba de Erasmus, y me tocaba los cojones no poder seguir las letras. Me contenté con ponerme detrás de dos groupies achispadas que celebraban cada nuevo tema como si fuera un milagro. Incluso traté de copiar su contoneo de caderas cuando los Solynieve empezaron a tocar Déjame vivir con alegría. La brisa marina se colaba por los intersticios de la ropa que llevábamos, y éramos cuatro gatos, pero creo que nadie se quejó cuando terminó el concierto. Estuvo bastante bien.

Toni Junyent

NACHO VEGAS

Este concierto lo vi al ladito de R. C. (evitamos escribir el nombre por miedo a represalias), un actor de series de TV3 y de películas de Ventura Pons. R. C. iba vestido con camisa blanca, muy elegante, mucha clase. Blanco nuclear impoluto, quiero recalcar ese dato. Estaba con un amigo de la profesión, otro actor catalán que creo que hacía de policía en “Ventdelplà”. Iban acompañados de muchas chicas, seguramente también actrices, recién salidas del Institut del Teatre. Ahí, rodeado de la farándula, de la beautiful people, no pude evitar sentir la fascinación que proporciona sentirse cerca del glamour y del éxito. Es como una droga, Andy Warhol lo sabía bien. Me pareció un entorno muy adecuado para disfrutar del concierto de Nacho Vegas, que estuvo muy bien, en su línea, en la línea Nacho Vegas. Doy por entendido que ustedes lo conocen y saben cómo suena y todo. No hace falta que les cuente quien es Nacho Vegas a estas alturas de la película, me parece…

Alberto Puterflam

BEACH HOUSE

A estos no me los podía perder. Se me escaparon en 2010 y, para torturarme aún más, durante los dos años siguientes escuché casi mil veces su “Teen dream”. Y sin embargo, me sigue costando mucho entender lo que dice Victoria Legrand. Pero da igual porque la suya es música para cerrar los ojos y soñar. Para bailar a cámara lenta, cosa que no es nada fácil. Tocaron en el MINI, el mejor escenario, el más evocador, y a mí a veces me daba por ponerme a mirar los edificios iluminados en la noche y tratar de mezclar las canciones con las imágenes en busca de una tercera imagen o un camino hacia otra parte. No pasó nada de eso, pero el concierto fue todo lo que esperaba y deseaba que fuera. Se me hizo corto, porque lo fue, y a todos nos quedó muy claro que si mezclas oscuridad, melancolía, el mar y el pelo de la sobrina de Michel Legrand puede salir algo muy bonito. Y la guitarra de Alex Scally también. Y Baltimore, Maryland. Allí murió Poe y nacieron John Waters y Zappa. Y Anna Faris y Parker Posey. Allí se emborrachó a menudo Jimmy McNulty. De ahí son Beach House.

Toni Junyent

LORENA ALVAREZ Y SU BANDA MUNICIPAL

Aunque, por supuesto, Lorena Álvarez canta y toca música, y sus canciones son sencillas y hermosas como suelen serlo las canciones con un pie o los dos enraizados en la tierra, una tierra particular, no sé qué me pudo más, si los temas en sí o esa humildad hasta cierto punto aparente o ensayada entre canción y canción. A su lado, también, una chica con un vestido a rayas, de cebra, tocaba las castañuelas y a mí las rayas siempre me hipnotizan. Eso también pudo influir. “No exageréis”, decía Lorena cuándo aplaudíamos, pero lo cierto es que eran las seis de la tarde, no hacía demasiado calor y empezaron a entrarme ganas de volver a Asturias y tratar de escanciar sidra y mojarme ligeramente orbayo mediante. La música popular o tradicional, como queráis, cuando es buena, lo es mucho. Esperamos con impaciencia su primer álbum. Y para qué nos vamos a engañar, Lorena, aquí en La Paz Mundial tenemos el mismo problema que tú: nos gusta ser el centro de atención. Malo sería no reconocerlo a estas alturas.

Toni Junyent

YANN TIERSEN

Cuando llegó la hora de Yann Tiersen empezó a llover y teníamos hambre. Fuimos a buscar un Doner Kebab de esos, comida barata y consistente. Llovió mucho y terminamos empapados. Se me mojaron los libros que llevaba en la mochila y lloré un poco por la impotencia de no haber podido hacer nada para mantener secos mis libros… Suerte que estaban mis amigos para consolarme. Comimos en un sitio sórdido y agradable a la vez con fotos de paisajes en las paredes que parecían sacadas de Google maps. Parece que Yann Tiersen estuvo bien pero tampoco podría asegurarlo. No soy fan suyo ni nada, quizás por lo mucho que sonó en su momento su estomagante banda sonora para Amélie, una película que antes me gustaba pero que ahora preferiría la muerte antes de volverla a ver, aunque parece que Yann tiene una carrera interesante y eso. Un abrazo desde aquí, Yann.

Alberto Puterflam

RICHARD HAWLEY

Richard Hawley se presentó con su look habitual de señor elegante con tupé y gafas de sol. Iba en silla de ruedas, pero no se ha quedado parapléjico ni nada, no sufran, solo fue un esguince o algo así, algo leve. Se recuperará. Desgranó varios clásicos de su repertorio como la enorme The Ocean y tocó también unas cuantas del nuevo disco, que contiene menos baladas melancólicas y más rock. Nada que objetar. Aunque yo prefiero las baladas porque soy un moñas. En todo caso, desplegó mucha clase, el señor Hawley. Mucho savoir faire.

No quiero terminar el artículo sin contaros el pequeño conato de violencia que se vivió entre el público. A un veinteañero borrachín le dio por verter el contenido de su vaso encima de la gente que había a su alrededor. La gente se lo tomó más o menos con resignación festivalera menos un señor cincuentón con bigote que hablaba inglés y que le insultó en ese idioma e incluso le levantó un poco la mano, como diciendo “que te pego, que te pego”, pero al final todo quedó en agua de borrajas. Luego yo me quedé con ganas de violencia y busqué una excusa para pegar al veinteañero borrachín, que revoloteaba a mi alrededor, pero al final no tuve motivos suficientes y al ser una persona de naturaleza pacífica y apocada desestimé la idea de pegar a alguien así porque sí.

Mis textos van dedicados a la gente que habla y no presta atención en los conciertos. Ojalá que se les pudran los órganos.

Alberto Puterflam

EPÍLOGO 1: PAU SOBRE LOS CAMPOS

Pablo Vázquez empezó a apremiarnos mandándonos whatsapps de esos, con textos e ilustraciones demasiado soeces para lo que un caballero puede soportar. Nos faltaba la parte de Pau Anglada, que había prometido volcar un poco de su sabiduría sobre nosotros y sobre LPM. Como no teníamos noticias suyas decidimos llamarle a un teléfono fijo raro que nos dieron los de Zángano Comix, y ahí estaba. Su voz nos llegaba apagada, como de ultratumba, con interferencias e incluso creímos oír cacofonías, pedos y eructos y animales que emitían cada uno onomatopeya característica, todo eso derramándose en nuestras incrédulas orejas a trompicones, con breves pero inquietantes intervalos de silencio. Pau llegaba a nosotros como si tratara de caminar sobre el mismísimo cable telefónico, atravesando campos arados, planicies, pistas de aterrizaje, gente follando en coches y al aire libre, uno o dos ríos, cadáveres que no llegaron a noticia y una prostituta pasada de coca que corre por una carretera y grita que es feliz. Pau dijo que hablaría, pero sólo una vez, del tirón, y que luego colgaría sin admitir respuestas o comentarios.

Esta es la transcripción de lo que nos dijo Pau Anglada:

Soy un intruso en la actualidad musical, prefiero esperar a que el tiempo ponga las cosas en su sitio, por lo que me limitare a hablar de mi vaga percepción de las nuevas tendencias…

Últimamente no puedo evitar la sensación de estar atrapado en el tiempo, parece que des de los 90 la música no hace mas que dar vueltas sobre sí misma. Puede que hayan cambiado un poco las formas, pero en esencia, no existe nada nuevo que aporte alguna diferencia significativa a lo que ya se hizo hace 20 años. No hay mas que ver la proliferación de etiquetas para catalogar la pretendida diversidad actual. ¿Indie-Folk-Pop? ¿Electro-Rock minimalista? En si mismo, el hecho de usar definiciones preexistentes (¡pero combinadas!) delata la raíz del problema; no existe un estilo propio para nuestra época, solo mestizaje, música globalizada y revivals maquillados. Pero no es solo eso…

Me pregunto si estas décadas darán (los denominados) dinosaurios del rock. O si dentro de medio siglo algún grupo será recordado como lo son hoy en día los Beatles. Por poner un ejemplo concreto, en el 2009 después del concierto excepcional que ofreció Neil Young en el Primavera Sound, me di cuenta de que probablemente, este sería el mejor concierto al que asistiría en esa edición. El hecho de que un hombre que roza los 70 pateara el culo a toda la “savia nueva”era un tanto triste, eso sin tener en cuenta que lo hizo con temas de hace 30 o 40 años.

Ahora los nuevos grupos nacen y desaparecen sin pena ni gloria, y cada vez todo acaba recordando a algo que ya escuchaste. Que una corriente termine cayendo en la reiteración de recursos que en un principio eran atributos de su originalidad es normal, incluso necesario para que “avance” la creación, hacer caer a los viejos ídolos para substituirlos por los nuevos. Con eso no quiero decir que ahora no existan buenos músicos ni buenos grupos, evidentemente los hay, pero su repercusión cultural es mínima, puesto que solo reinterpretan algo que ya conocíamos. Cada generación ha contado un estilo que lo definía (con sus canons, su doctrina) y que funcionaba como contraposición al “status quo” del momento, así ha sucedido siempre en el arte, si está vivo es porque oscila de un punto a otro y no se para.

Mi impresión es que no hay ídolos que derribar ni dirección a la que dirigirse, en general seguimos aplicando viejos patrones por que no tenemos nada mas. Algo que creo, se puede extrapolar al resto del mundo, en general ya no sabemos dónde vamos…

Pero a veces hace falta ver las cosas con mas amplitud, como especie llevamos muchos años rodando por la tierra, y a fin de cuentas nos ha ido bastante bien.

EPÍLOGO 2: LA CHICA QUE LEÍA A KURT VONNEGUT

Se llamaba Hilda y eran aproximadamente las dos y cuarto de la madrugada del viernes. Apoyaba su libro abierto en una barra de las barandillas que hay en la parte superior del escenario Ray-Ban, el que es como un anfiteatro. Estaba oscuro y apenas me fijé en su cara. Creo que tenía unos pechos más que aceptables, pero yo estaba interesado en el libro. Que conste que no menosprecio al público del Primavera. No esperaba a Ruiz Zafón ni a Paulo Coelho ni a J.B. Ese tipo que escribe libros de autoayuda en plan lírico pero que, cuando no le ve nadie, seguro que se masturba con películas porno de los 70 y 80 y maldice para sus adentros a mucha gente que ve por la calle. Pero pensé: “Bueno, será un Paul Auster o una novela policíaca sueca, o un Anagrama o, si la chica está puesta, algo de una de esas editoriales nuevas tan chulas”. Pero Hilda me desarmó completamente. Gira el libro y plas, ahí estaba Kurt Vonnegut. Y un libro, “Deadeye dick” (traducido en Argentina como “El francotirador”) , que ni siquiera me sonaba. Le dije que me encantaba Vonnegut, teniendo claro al mismo tiempo que ella probablemente pensaría que se lo estaba diciendo para ligar con ella. Le dije que fue una putada cuando murió, en 2007, y ella me contestó que eso no lo sabía. Mierda, me estaba pasando de listo. La verdad es que no sé porque no le pedí el Facebook, el teléfono o una prenda. Néstor F. me estaba esperando unos metros más allá y ella me infundía demasiado respeto como para forzar al destino, así que me limité a pedirle el nombre y a decirle que había sido un placer conocerla. Se llamaba Hilda y no sé si podría casarme con ella o con nadie, pero no me habría importado formalizar una relación allí mismo.

Toni Junyent

Esto no lo hemos hecho nosotros.

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