Córneas negras nunca humanas, por Jorge de Cascante

Hoy tenemos el honor de publicar un relato de nuestro admirado Jorge de Cascante, como adelanto de su libro “Detrás de ti en el Museo del Traje”.

Os pasamos el link del crowdfunding para la publicación de estos libros que editan los amigos de El Butano Popular, y cuyo primer lanzamiento se completará con otros títulos de Grace Morales, Rubén Lardín y Daniel Ausente.

http://www.verkami.com/projects/6762-los-libros-de-el-butano-popular

La verdad es que el asunto no puede pintar mejor…  Así que de momento, disfrutad de esta deliciosa exclusiva LPM.

Córneas negras nunca humanas

Jorge de Cascante

¿Estoy mal porque hace calor o estoy mal para siempre? No quiero venirme abajo, es lo último que necesito. Todo este drama me sobra, si resulta que estoy deprimida no sé qué voy a hacer, no voy a poder aguantarlo. Llevo medio verano trabajando en la tienda de disfraces de mis abuelos y no estoy todo lo bien que me gustaría estar, me ahogo en un vaso de agua. El calor influye y la ciudad importa, rezo a quien toque para no derrumbarme. Las personas más inteligentes y más divertidas que conozco han pasado por -o van directas hacia, o están en el centro mismo de- una depresión de caballo, te juro que no falla, es matemático. Me terminará tocando y me da tanta grima que la grima se me resbala por los brazos como el chorro de la fuente. Qué haré conmigo. Qué haré cuando llegue septiembre. A la gente normal no le gusta la gente que no está contenta, y desde luego no soportan a los que les ponen pegas a las cosas. La gente que no está contenta evita a la gente que lo está: su solo pensamiento puede matar.

Siendo como soy, una chica con sus problemas, no entiendo qué me pasa que me enamoro cada vez más -no lo entiendo y no lo entiendo- de chicos de los normales, chicos tipo los del fútbol y chicos que parece que sólo manejan cien palabras, spanish for business, y que encima no me pueden ni ver, los muy gilipollas. Me da el sudor y me dejo caer, lo mío es como tocarte las rodillas y querer estar con alguien pero no saber con quién. Una persona en un mal momento es una isla en el centro de un lago, supongo que sólo soy una chica como cualquier otra chica y ya está, y nada más, y fuera.

Mis abuelos tienen una tienda de disfraces. Se llama “Enredos”, está por la calle Santa Engracia. No puedo parar de morderme la piel levantada que tengo alrededor de las uñas de los dedos. Mis abuelos me caen mejor que mis padres, ni bien ni mal, supongo que les quiero, supongo que quiero a todo el mundo que me trata medio bien. Tengo el listón así de bajo pero la culpa es de la gente, las personas somos todas una sola debajo de la tormenta. Tardes de cuatro a diez metida en la tienda. Me han dicho que ya no se venden tantos disfraces como en los años noventa. “Enredos” está de capa caída, igual que yo desde que dejé la carrera. ¿Cómo capeas el temporal cuando estás de capa caída? Mi abuelo se llama Hilarión y mi abuela se llama Lucrecia. Mi abuela pagó un dinero para que unos chicos eslavos clavaran una moqueta color turquesa en los suelos de la tienda, un mar mediterráneo de moqueta sobre unos suelos limpísimos de tan poca gente que los pisa. Mi abuelo es muy mañoso y cose los trajes que da gusto, es lo mejor que puedo decir de él. Mis abuelos son españoles y hacen lo que pueden.

Si me gusta un chico no me lo callo, se lo digo aunque me mire con asco, lo hago de todas formas, no me importa lo que sientan ellos, no manejo todos los hechos pero tengo una corazonada y sé de qué va esto. Cuando se rompe mi embalse nadie puede parar mi amor. Disfrazarse, en general, lo veo yo una cosa como de andaluces, que son todos maricones. Alguna tarde ha entrado en la tienda algún ex-compañero mío del instituto, que está a dos calles de distancia y a un abismo de profundidad. Odio a la gente de mi generación, la gente joven es la mierda más gorda que hay, mi edad no es mi edad. Entran de vez en cuando en grupitos para vacilar con los maniquíes, con sus botellas de Aquabona de un litro para soportar el calor. Me dan miedo pero no sé si es miedo, lo mismo es otra cosa. El miedo mío es un miedo cerval, de rata cogida por la cola, lo mismo es inseguridad. Confundo mis cosas cuando llega el verano. Las chicas se disfrazan de brujitas sexys y los chicos se disfrazan de chicas. No hay ni un español que no sea maricón. Está claro que la gente se disfraza para follar, lo que no entiendo es quién podría querer follar con alguien con esa pinta, con alguien sin sangre. No hay nada peor que follar con gente graciosa. Yo sólo quiero follar con gente seria, gente pálida que venga y me folle.

Me gustaría ser de otro sitio, haber nacido en los Estados Unidos de América. Al menos así tendría alguna oportunidad. Siendo española estoy vista para sentencia. Siendo de los Estados Unidos de América la sonrisa no se te quita y puedes mirar el océano desde tu bungalow. Todo el pescao ya está vendido en la noche en la que naces en Madrid. Por la tarde a pleno sol echo el cierre de la tienda y me acerco a las pastelerías acrisoladas de la paralela. Me dejo llevar por la marea y me compro un bollo, no me compro un bollo, me compro una palmerita, no me compro nada, no sé qué me compro. Pero sí que sé que lo que me compro, me lo como. En todo momento las mismas dudas pegándome contra la frente como las olas. Llevo debajo del brazo un cartapacio con mis dibujos y no se los enseño a nadie porque al final todo el mundo te traiciona. Nunca estoy tranquila. Todos te acaban fallando. Sólo estoy bien conmigo a solas a veces, cuando me paso la mano por la mejilla, por la cara, de pie detrás del mostrador, azul y rojo, lluvia de agosto, luces apagadas, tan cerca de la carne.

 

2 Comments Already

  1. Puede que el autor sea maricón, pero no parece muy ducho en impostar una voz femenina.

  2. Joder con Jorge de Cargante. Cualquiera que sea el personaje que pretenda recrear, es él mismo, con ligeras variantes de egocéntrico de digresión en digresión. Poco oído y pocos registros.

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