Stoker es un desfase, un relato anacrónico convertido en un alucinógeno estético. Leyendo la sinopsis y observando el cartel promocional de Stoker, uno espera encontrarse ante un cruce entre La sombra de una duda (Hitchcock, 1941) y Carrie (de Palma, 1976), entre Teorema (Pasolini, 1968) y Repulsión (Polanski, 1965), es decir, ante una mezcolanza de traumas familiares reprimidos, visitantes de procedencia e intenciones misteriosas, y pérdidas de la inocencia por el camino de la sangre. Y no, no vamos desencaminados, pero Park Chan-Wook se desvía de todos estos posibles referentes para ofrecer una película extraña y cautivadoramente única, capaz de romper todas las expectativas y esperanzas formadas, para bien y para mal, por sus virtudes y sus defectos, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte las separe. Se trata de una obra mil y una veces vista, y a la vez perturbadoramente singular, para la que, recurriendo a las habituales metáforas oníricas sobre el hecho cinematográfico, la equiparación más apropiada no es con el sueño, la fantasía o la pesadilla, sino con el delirio, a la vez disparate inverosímil y fascinante alucinación. Y es que existe algo extraño en la capacidad del director de dotar un guion de telefilm, obsoleto y simplista, con una energía y belleza innegablemente seductoras, inyectando vitalidad posmoderna a un relato tan anticuado que acaba por convertirse en un ejercicio de estilo cautivador.
Stoker plantea una historia de psicologías entrelazadas llenas de aristas y recovecos a explorar, transitando temas tan complejos como el duelo por el padre/marido muerto, su perturbadora suplantación, la desconfianza paranoica, la excitación del misterio, el descubrimiento de la sexualidad, la psicología de la violencia, la liberación de lo reprimido, e incluso la transmisión de la demencia… pero en lugar de articularse como un thriller psicológico denso, lúcido y actualizado, se presenta como un relato temática y narrativamente caduco y burdo, esclerótico, que por su afán simplista acaba por revivir tradiciones del pasado, oliendo a naftalina. Un guión sobre psicopatologías que prescinde de toda indagación verosímil en sus causas, consecuencias, motivaciones y gratificaciones, que desestima toda la Historia contemporánea de la Psicología para retrotraerse a concepciones decimonónicas como el determinismo biológico y la tara mental heredada por vía genética (Zola), o la violencia como pulsión sexual perversamente sublimada (Freud). Una narración de recursos burdos, previos al realismo literario, plagada de sirvientas cotorras, escuchas detrás de las puertas, miradas entre rendijas, notas intercambiadas y montañas de cartas aclaratorias, por no hablar de los diversos agujeros y sinsentidos de la trama, como ese sótano siniestro con forma de pasaje del terror. Pero más allá del posible encanto naïf de la propuesta, del júbilo producido por el disparate, curiosamente –y de forma inintencionada- esta antigualla narrativa encuentra sentido en la inspiración retro que caracteriza toda la obra, en la apariencia anticuada de los personajes y su entorno, en sus costumbres y aficiones añejas, en la caligrafía gótica de sus cartas manuscritas… que no hacen más que apuntar a la vocación última de la obra: erigirse como una nueva mirada posmoderna hacia el pasado, una actualización estilizada del romanticismo neogótico decimonónico, sin caer en la caricatura oscurantista o la lúgubre sensiblería del vampirismo teen tan de moda, sino reviviendo su espíritu mortecino y malsano hasta llevarlo a lo sublime visual, a la erotización de la imagen, a la pornografía de la violencia y lo siniestro. Sus inquietantes figuras protagonistas, intensamente hieráticas, casi sonámbulas, casi esculturas sepulcrales dotadas de vida, reflejan esta condición vampírica (¡Stoker!) del relato, especialmente una Nicole Kidman cuya inexpresiva máscara quirúrgica deviene metáfora precisa de la atemporalidad, de la inmortalidad del envoltorio, de la perdurabilidad estética.
De ahí que instalarse en la queja por la vacuidad y tosquedad del relato es un error, ya que su importancia es nimia al lado de la vocación estética de un Park Chan-Wook que subordina la razón a la emoción, la lógica a la ambientación malsana, la credibilidad a la estilización icónica, la reflexión al embelesamiento audiovisual. Stoker pretende jugar con el espectador a base de retener información, despertando su curiosidad (¿por qué es tan espeluznante India?, ¿por qué es tan misterioso Charlie?, ¿por qué se odian madre e hija?), exigiendo soluciones al rompecabezas del pasado familiar, para acabar cayendo en el simplismo y en la sobre-explicación, para acabar revelando sus decepcionantes secretos en exceso y sin pudor. Y nos podemos sentir desilusionados ante la constatación de que el relato prefiere tomar un atajo en lugar de ahondar en los temas que ha planteado. Pero se trata de un destino ya profetizado anteriormente, con ese padre que lleva de cacería a su hija para que sacie sus impulsos homicidas, pero sobre todo a través de sus innumerables y perturbadoras metáforas visuales, en ocasiones delirantes, generalmente muy comunicativas, y que acaban por convertirse en la esencia misma de la película: la posición de los nombres en los títulos de crédito, la costumbre de dibujar ángeles con las extremidades, la aparición espectral del tío en el cementerio y en los columpios, el descubrimiento sexual en el piano y la ducha, el lápiz como arma, la araña como deseo, el cinturón serpenteante deslizándose por la cintura… infinidad de imágenes dedicadas a reflejar la erotización de la violencia y lo siniestro (Eros en Tánatos), la herencia genética de la patología (Eros como causa de Tánatos). Un impulso de creación visual llevado al exceso espectacular, a la pornografía, consiguiendo moldear escenas fascinantemente seductoras para las que no importa el modo en que se relata la historia, sino tan solo la potencia icónica y la perturbación sonora que producen, resonando en la mente del espectador mucho después de que haya terminado la película.
Un festín de imágenes turbulentas, pero sobre todo una fantasía visual llevada al delirio estético, estilístico, en un estupendo trabajo de equipo entre Park Chan-Wook y Chung-hoon Chung, su director de fotografía habitual. Lánguidos movimientos de una cámara acechante, husmeante, turbada. Composiciones inquietantemente descentradas, ahogadas, cortadas, molestas. Rojos sangrientos, amarillos penetrantes, verdes vivos, colores saturados extrañamente perturbadores en un universo de tonos apagados y luces en claroscuro. Pero sobre todo una cascada de ráfagas, superposiciones y emparejamientos, de planos que se entrometen y acechan en los resquicios de las escenas, de imágenes que se agolpan y se deshacen sobre otras, de rimas visuales y barridos fugaces que diluyen y fusionan espacios separados. Más allá de la acción dramática, en muchas ocasiones en segundo plano, la narración de Stoker se presenta como una montaña rusa de sensaciones visuales y sonoras, equiparable al portento visual alcanzado a través de la animación por Spielberg en Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (2011), por poner un ejemplo cercano, deslumbrante e injustamente ninguneado. Pero el referente estilístico por antonomasia para la película del director surcoreano es, sin lugar a dudas, el Drácula de Bram Stoker (1992) de Coppola, con el que no casualmente comparte apellido, y que Thomas Elsaesser identificó como paradigma de la imagen postclásica, erigida con el propósito de engullir al espectador (engulfment), de sumergirlo en el abismo visual. Así, en Stoker tiempo y espacio parecen derretirse al ser proyectados sobre la pantalla, quedando los sentidos del espectador invadidos por una caótica lluvia de cartas y letras góticas que colapsan la imagen, por un sinfín de miradas y sonrisas fantasmales, por cáscaras y metrónomos que retumban a su alrededor, por huevos convertidos en ojos y melenas disueltas en un mar de hierbas, esculpiendo una narración fluida, dinámica, hipnótica. Un alucinógeno para la mirada, un delirio para la mente.
vitalidad posmoderna?
Insoportable.
Sinceramente.
No sé si la peli merece o no porque no he podido seguir leyendo la sucesión de lugares comunes y términos pedantes distribuyendo subordinadas.
Tan difícil es?
Pues sí, sí que lo es.
Esclerótico
Luis, a lo mejor tendrías que renovar tu colección de TEO en su cumpleaños, TEO se disfraza, TEO de merienda, y así, te sentirás seguro y con una autoestima estupenda, esta lectura sesuda y construida, no, no, definitivamente no es para ti, Michu, lo mismo para tí. besos
Más que lugares comunes se trata de síntomas del audiovisual o la sociedad contemporánea. Cuando estos cambien, cambiarán las etiquetas.
Para los adjetivos y verbos que escapan a vuestro conocimiento: http://lema.rae.es/drae/ y http://www.wordreference.com/es/
Para los conceptos sociológicos o estéticos: es.wikipedia.org/
Si aún tenéis más dudas, podéis pedir bibliografía.
Así la próxima vez que os enfrentéis a un texto con dos palabras poco habituales en Telecinco estaréis más preparados para afrontar el reto.
Saludos cordiales.
Estamos en mayo, pero, ¡qué mas da! Stoker mejor película de 2013
Lugares comunes?? términos pedantes???, pero Luis, has leído alguna vez crítica cinematográfica más allá de Boyero y su permanente embriaguez, y obsesión por las putas, chico ponte al día inmediatamente, porque quedas fatal. Seguramente seas un trabajador de una gran empresa que acaba de comprarse una casa con su mujer, con la cual se va los sábados a ponerse finos de japonés, y tal vez, tal vez, esa sea la única concesión a la modernidad que te permitas. Abre tu mente Luis, lee más, cultívate, exige a la vida. Besos luís, ánimo.
ÁNIMO LUIS!!!! Y ÁNIMO A TÍ TAMBIÉN MiCHU, CORRE CORRE AL DICCIONARIO QUE VERÁS QUE ESCLERÓTICO SIGNIFICA LO QUE CREES!
“De ahí que instalarse en la queja por la vacuidad y tosquedad del relato es un error..”.
No sé si el gilipollas de Boyero habría dibujado semejante perla (entre otras que le siguen y preceden) pero sí sé que probablemente lo habría escrito bien.
Como me recomendáis los intelectuales, durante los anuncios, he ido corriendo al María Moliner (no sé si lo llamáis M&M), y aprendo que se dice “..sea un error”.
Pero es lo que tiene la pedantería, que se escupe sin saber quién te escucha, escuchándose sólo a uno mismo. Fantasía y delirio.
Bueno Luis, bueno Luis, esto que te inventas es maravilloso, bueno, bueno Luis. Eres generoso, curioso, inquieto. Gracias por compartir. Ahora, te ha venido de perlas, has debido de echarle un tiempito al texto, efectivamente Luis, llénate de palabras nuevas o que se escapan de tu razón o de tu universo. Luis creo que te quiero.
“De ahí que” acepta tanto el subjuntivo como el indicativo, pero como el subjuntivo marca lo “no real” (lo subjetivo, lo posible, lo propuesto, lo deseado, lo esperado) su uso resulta menos dogmático, menos impositivo, más cortés con el interlocutor, y por lo tanto suele ser la opción predominante. En mi caso he prescindido de la cortesía, aunque siento que te hayas sentido violentado por ello.
Lo que me jode es leerte de crítico de cine en vez de filósofo, filólogo o teólogo. O de los tres juntos, con sombrero de copa.
Para gustos colores.
Nunca me gustó Sanchez Dragó.
Parece que el que ha ido corriendo al diccionario no he sido sólo yo!
Deberías probar a escribir algo sin el glosario a tu vera, en serio. Para ser extranjero (oh mierda! a lo mejor es un genial pseudónimo) no te defindes mal, pero atacas blando, líquido, y con incorreciones. De ahí que soy pedante está mal dicho. Es de ahí que sea. Really.
Os congratuláis (supongo que Lisa deber ser tu orgullosa mamá, tu protectora hermana mayor o tu novia fascinada..) de mi falta de cultura y mi ignorancia pese a no conocerme. Yo en cambio juzgo, con todo el derecho, un texto que me parece fallero, pomposo, presuntuoso, pedante, redicho, engolado. (Sección sinónimos que conoces bien del wordreference!)
Todos los genios tuvieron detractores. Envidiosos ingnorantes ávidos de venganza anónima.
Yo soy detractor y a ti te gusta lo de genio.
Tus metáforas, apócopes, epítetos, eufemismos, hipérboles, sin olvidar por favor y por dios tus pleonasmos, me resultan cansinos, simplemente. Un repertorio cansino e innecesario en una crítica de una obra de arte.
El crítico, por crítico, quiere hacer la obra a partir de la obra, y en tu caso es ya desorbitado. Y me sorpende que con la forma que tienes de escucharte mientras escribes a tí no te agote. A ti mismo.
Lamento haberos ofendido. Para mi es tan fácil como no leeros y para vosotros, tan reconfortante como lameros vuestro pseudo intelectualismo entre Rayuela de tapas blandas, gintonics con fruta y gafas de pasta. Con retrato del Iphone5. Me equivoco mucho?
Pero no os lo creais demasiado joder, que son solo palabras y siempre se pueden colocar mejor, aunque no lo creáis cegados por vuestro style.
Viva Williamsburg y espero hacer las paces con un café américano y tu máquina de escribir vintage portable separándonos en un sturbucks del Barrio de Salamanca.
Gracias por las clases! A pesar de mis años nunca deja uno de aprender y desaprender.
Y no te preocupes hombre, no soy rencoroso y lo superaré.
Te superarás tú a ti mismo?
Creerá tu “Yo” que le has superado y se superará a sí mismo y a ti?
Esperaremos hambrientos.
Mira Luis, de verdad sin acritud, ésta riña ya me parece entrañable, Yo desde luego ni soy pedante, ni snob, ni gafapasta ni nada parecido y la verdad es que me estás dando una vidilla divina. No he querido ofenderte en absoluto. Así que Luis, encantada.
¿Puede haber algo más aburrido que criticar una crítica? Te tienes que tener en gran estima para creerte adalid de la corrección y crítica sobre un ensayo, pero tiene gracia que la haga una persona que escribe ¡COMO EL PUTO CULO! ¿En serio te ves con la capacidad de criticar a nivel retórico?¡pero si ni siquiera sabes ortografía básica y mucho menos sintaxis y morfología! y luego que decir de tu semántica. No sé si te has ido al diccionario de sinónimos de la RAE ¿fallero? ¿tu sabes lo que significa fallero? (aparte de ser el fiestero de las fallas, claro) Es una persona que suele faltar a su puesto de trabajo, para nada es un adjetivo relativo a un texto, es decir es un adjetivo relativo a PERSONAS.
Tú tb pareces fallera. Horterita. Valenciana. Recargada. Si además faltas a tu puesto de trabajo supongo que tu entorno laboral lo agradece.
Y rabiosa. A tocar palo mediante. O a evitarlo directamente.
Tranquilita perra, tranquilita. No morder.
Creo que la novia fascinada debes ser tú.
Mi ortografía (“básica”?) es impecable, bitch.
Así como mi sintaxis, mi morfología(???) y todas los recursos estilísticos que escupes.
Un besito y sigue repasando!
Afortunadamente no tengo que insultar para contestarte, ni me escondo en el anonimato que da internet a la gente cobarde. Tu sigue insultado y comportándote como un troll. Solo te he hablado que es bastante incoherente criticar el estilo de un texto cuando el tuyo es infinítamente peor. Encima te molesta que te critiquen pero tú sí puedes insultar a los demás cuando te llevan la contraria. Puedes utilizar todos los insultos que salgan de tu boca hacia a mí, no me importa.