Admirando sus proporciones en Movida Del 76 (mítico título del irregular Richard Linklater, mucho antes de conocer la celebridad festivalera al lado de Ethan Hawke y Julie Delpy, título que dio nombre a la revista de tendencias Dazed & Confused) y viéndole en la divertidísima y envuelta en flint La Matanza De Texas La Nueva Generación (al lado de una Reneé Zellweger pre-Jerry McGuire), uno podía pensar que aquel chico con aspecto de becado en béisbol y rugby que había probado suerte en Hollywood en vista del éxito con las chicas, perfectamente podría acabar en las cintas del porno L.A. de Jim Powers. Pocos pudimos imaginar lo que realmente se le venía encima poco después… El que la sigue la consigue.
Herbert Ross, director de las inmensas Footloose y El Secreto De Mi Éxito, convertido en director de señoras gracias al boom de Magnolias De Acero, le propuso el papel del tío bueno de Solo Ellas, Los Chicos A Un lado, exploit a rebufo del éxito de Thelma & Louise, con Whoopi Goldberg (teleñeco humana, aún cotizada gracias a Sister Act), Drew Barrymore (resucitando su carrera tras dejar la coca con 11 años) y una Mary-Louise Parker (recién salida de Tomates Verdes Fritos y muy lejos aún de los Emmy) haciendo alarde de feminismo mal entendido.
Enseguida la prensa, ávida de star system, empezó a fijarse en Matthew McConaughey llegando a compararle, un poco por comparar, con un nuevo Paul Newman. Nada que ver; del mismo modo que ocurrió cuando dijeron que Tarantino era un nuevo Scorsese, a la prensa se le pasó que Matthew McConaughey era ya portador de su propio leyenda…
Dichos piropos le valieron una incursión en el cine indie de la mano del todoterreno John Sayles en Lone Star y, sobre todo, una serie A basada en un best-seller de John Grisham (el Michael Crichton de los juicios y los thrillers empresariales); Tiempo De Matar. La protagonista fue Sandra Bullock, recogiendo las sobras que rechazaba Julia Roberts, pero McConaughey era el chico más cotizado del momento entre los directores maricas de Hollywood y a Joel Schumacher (responsable de ponerle pezones a Batman) no se le escapó esta personificación del cowboy Marlboro.
Había nacido una estrella que logró lucir, sin brillar demasiado, todo hay que decirlo, en el Contact de Zemeckis, junto a Jodie Foster, y en la insufrible Amistad de Spielberg.
Tras el estrepitoso fracaso de EdTV, parodia de culto en torno al nacimiento del reality televisivo, Hollywood no supo muy bien qué hacer con Matthew y éste, por aquello de no bajarse del tren, decidió entregarse a la comedia romántica de segunda. Jennifer López no era Julia Roberts, ni Meg Ryan, pero necesitaba un galán para sus Planes De Boda y ahí estaba Matthew poniendo cara de niño bueno dispuesto a todo. Pero a esta personificación de Texas nunca se le dio bien al protagonista poner cara de tierno. Algo en su mirada y en su sonrisa de sátiro revelaba muchas horas de vuelo y de fiestas de zarpa…
Con quién sí tuvo Matt buena química, sin necesidad de fingir ser alguien que no era, fue con la resuelta Kate Hudson (recién nominada al Oscar por la sentida Casi Famosos) en la divertida Cómo Perder A Un Chico en 10 Días. Ahí nos percatamos con tristeza de que Kate Hudson no iba a ser finalmente la esperada sucesora cómica de Goldie Hawn, su madre (pues esa sucesora no era otra en realidad que la tristemente desaparecida Brittany Murphy…), pero a McConaughey el papel de mujeriego cabrón le sentaba como un guante de neopreno.
Hollywood volvió a confiar en el sanote niño malo dándole un protagonista en la que podría haber sido una exitosa franquicia de aventuras; Sahara. El gran público no estuvo dispuesto a pasar por el aro. ¿Resultaba el enredador y pícaro gesto de Matthew McConaughey contraindicado para todos los públicos? Podría haber sido el nuevo Errol Flynn, el destino no lo quiso, pero en aquel rodaje, Matthew conoció a nuestra Pé y saltaron las chispas. Nuevamente galán, esta vez para Sarah Jessica Parker (la Freddy Krueger de las comedias románticas, más encasillada en su papel de Carrie Bradshaw que Robert Englund en el del hombre del saco), en Novia Por Contrato, thrillers de cuarta y de nuevo con Kate Hudson en la delirante Como Locos A Por El Oro, por si volvía a sonar la flauta del éxito que no sonó.
La loca propuesta de Los Fantasmas De Mis Ex Novias hacía pensar que el cowboy mujeriego terminaría sus días haciendo de maltratador en telefilms de la NBC, pero, de pronto, algo ocurrió… Comenzó lo que ya se ha dado en llamar como la McConnaissance; el renacimiento de Matthew McConaughey. La prueba de hasta qué punto los senderos del show business son inescrutables.
El gran William Friedkin, uno de los grandes de los 70 (tras dirigir El Exorcista y A La Caza) junto con Coppola y Scorsese, entraba y salía de rehab dando palos de ciego cinematográficos, aún pariendo grandes joyas del dislate alcohólico como La Tutora o Vivir Y Morir En Los Ángeles. Pero Friedkin, esta vez, tenía un potentísimo proyecto entre manos; la adaptación de Killer Joe, polémica pieza teatral de Tracy Letts, premio Pulitzer por Agosto. Decir que Killer Joe es una de las más grandes películas de la década es quedarse corto. Enfermizo cine noir white trash rebosante de morbo, con una magnífica Gina Gershon luciendo felpudo, una turbadora Juno Temple y un Matthew McConaughey de perdidos al río, dejando de tratar de epatar con el Hollywood blanco. En Killer Joe degustamos por primera vez al verdadero McConaughey, al intérprete de vuelta de sí mismo capaz de exhibir su reverso oscuro, sin temor, con la cabeza bien alta.
Killer Joe no fue un éxito de taquilla (dada su temática y sus modos, tampoco lo pretendía), pero sí resonó fuerte entre la crítica internacional, valiéndole a McConaughey la proposición de Soderbergh de interpretar uno de los papeles de su vida; el de stripper perro viejo en Magic Mike. En los pases de prensa ya se hablaba de que Matthew terminaría siendo nominado al Oscar a mejor actor secundario por este papel. Las nominaciones no llegaron aún. Los académicos querían estar seguros de que aquel giro de timón interpretativo no era un espejismo, que no era casualidad.
Mientras tanto, McConaughey dio orden a sus agentes de que cada guión de comedia romántica que llegase a la oficina terminase en la trituradora. Junto con una Nicole Kidman caracterizada de Lucía Lapiedra y un ciclado Zac Efron huyendo de Disney, protagonizó la muy de culto El Chico Del Periódico, descabellado y sudoroso cuento pulp, pesadilla fílmica a rescatar. Pero, ¿era posible arrancar sensibilidad alguna del rudo cowboy? Jeff Nichols, director de la inquietante Take Shelter, lo tuvo claro. McConaughey era Mud, una película y un personaje clásico al instante. El perdedor que hace que dos niños descubran lo que es la vida, pasando a la edad adulta a golpe de desengaño. Hollywood ya lo vio todo prístino; el galán trasnochado había abierto paso al actor con mayúsculas. Scorsese ya tenía listo un jugoso papel secundario en El Lobo De Wall Street reservado para su nuevo talante, a la vez que el director de C.R.A.Z.Y. le hacía adelgazar decenas de kilos para interpretar al enfermo de sida de Dallas Buyers Club que le dará por fin el Oscar a mejor actor que siempre pareció tan lejano y que, en realidad, estaba tan cerca. Hasta que digan su nombre tras el “and the Oscar goes to…”, podemos disfrutarle junto a Woody Harrelson en True Detective, la apuesta fuerte de la HBO para esta temporada. ¿Habrá maldición tras el Oscar? De entrada parece que no. McConaughey será el protagonista de Interestellar, nuevo título de Christopher Nolan, bien acompañado por Anne Hathaway y Jessica Chastain.
Lástima que ya no le pueda llamar Tony Scott…
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