SERIE B, de Richard Vogue: sangre de baratillo

Al comienzo de Serie B, que recientemente ha sido editada en DVD por Cameo, Ricard Reguant, o Richard Vogue, recordado por haber dirigidos miniclásicos clasificados S como Sueca bisexual necesita semental No me toques el pito que me irrito, realiza todo una declaración de intenciones frente a la cámara.  A uno le viene a la cabeza Manuel Summers, pidiendo perdón al comienzo de una de las entregas de sus películas de cámara oculta. O el Cela de Pabellón de reposo, encarando abiertamente al lector, confesándole su temor a que la novela no estuviera quedando a la altura de sus intenciones originales. La encendida loa de Vogue, que se pretende más festiva que culpable, con todo, deja entrever una inseguridad similar, busca una desesperada complicidad con el espectador y finalmente suena hueca, impostada y anacrónica. Como la propia película. Tal vez porque ahora la serie B sea una cosa bien distinta, y sus señas de identidad del pasado ya no sean comerciales en la época de la intensidad transmedia. Tal vez porque en lugar de ser nostálgica o irónica, está rodada como si el tiempo de algún modo se hubiera detenido. A la antigua. Con mentalidad de ayer, planos de ayer y chistes de ayer, que generan, en cualquier caso, más indiferencia que diversión. Porque su supuesta y oportunista brutalidad ya no conmueve ni azota, ya no despierta afinidades o repulsiones. Y toda Serie B parece marcada por una tensión entre un equipo empeñado en volver al pasado y unos productores que se han tragado la rueda de molino de que las cosas siguen funcionando, en esencia, igual que hace veinticinco años, y se empeñan inútilmente en vestir al monstruo con ropajes que, en el fondo, tampoco necesita. Todo esto hace que el resultado pueda funcionar, mal que bien, como una peli de serie B del montón, pero en ninguna manera como el homenaje a la Serie B -con mayúsculas- que nos venden. La era de Tarantino, Ti West y Rob Zombie exige otras miradas y niveles.

Ni siquiera la premisa es demasiado original: parte de un esquema similar a Viciosas al desnudo, de Manuel Esteba, que a su vez ya era un remake inconfeso de la magnífica Death Game, de Peter S. Traynor, pero con un mayor juego entre el intercambio de roles entre víctimas y verdugos. Vogue, al menos por lo que demuestra aquí, no tiene ni la frescura roñosa del primero ni el perturbador talento para la atmósfera del segundo. El reparto se limita a cumplir con la papeleta como pueden, y sí, le echan ganas: Zarzo es una presencia siempre agradecida, como Roger Pera, y la participación de Sonia Monroy es impagable y justifica el visionado. Hay un par de momentos eficaces, pero el resultado está demasiado perjudicado por una estética muy de andar por casa, que intenta siempre aparentar más de lo que es (y un grave problema con el tono, que nunca llega a decidirse entre el mal rollo más o menos serio y el chascarrillo guasón), y que olvida la evocativa suciedad de los títulos en los que se inspira.

Alguien podría aventurar, no sin cierta razón, que Serie B da lo que promete: sangre, chistes guarros y tetas. Los que piensen que la serie B es sólo eso, no notaran la diferencia. Aquellos que defiendan que, por lo menos en casos excepcionales, puede llegar a ser algo más, probablemente queden decepcionados. ¿Es al menos pasablemente entretenida? Quizá vista entre amigos.

 

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