Tres películas que vi en el d´A

A última vez que vi Macau, de Joao Pedro Rodrigues y Joao Rui Guerra de Mata:

Mi amigo T. J. (le llamo así por miedo a represalias), que es crítico de cine de verdad, no como yo, me contó una vez que algunos de sus compañeros de profesión apuntaban sus opiniones sobre una determinada película mientras la estaban viendo, con bolígrafos de esos con linterna incorporada. A mí me hizo gracia, me pareció exagerado. Esos locos críticos de cine. Pero ahora, que tengo que hablar de una película que vi hace ya casi dos semanas, me doy cuenta de lo útil que resulta eso de apuntar ideas en el momento de la proyección. Porque resulta que no me acuerdo de muchas cosas de “A última vez que vi Macau”, y eso es un problema si te dispones a escribir sobre ella. Me acuerdo de que toda la película está contada con voz en off, un poco a lo “Sans Soleil” (1983, Chris Marker), que muchas de sus partes son un diario documental filmado (sobre Macao, sobre los recuerdos de uno de los dos directores, que pasó su infancia allí), y que mezcla eso con una historia criminal algo enrevesada, que incluye sectas, asesinatos al borde del mar y un final algo desconcertante pero con imágenes muy bellas. Recuerdo que todo eso mezclado convierte la película en algo muy singular. Me gustaría acordarme de más cosas, pero la única forma de hacerlo será viendo la película de nuevo, algo que haré en algún momento impreciso del futuro.

 

Los ilusos, de Jonás Trueba:

“No me llames iluso porque tenga una ilusión…”. Hoy estaba pensado que si Jonás Trueba fuera otro tipo de cineasta, un tipo de cineasta más populista, digamos, hubiera puesto esta canción de La Cabra Mecánica en los títulos de crédito de su película. Pero no hubiera pegado ni con cola. “Los ilusos” no es el tipo de cine español en el que podría sonar esa canción, gracias a Dios. En “Los ilusos” suena El Hijo, cuya interpretación de “Cabalgar” es uno de los momentos cumbre del film. ¿A dónde quiero ir a parar con esto? No lo sé muy bien. Me gustó, “Los ilusos”, eso es lo que quiero decir. Me gusta porque me gustan sus referentes (Truffaut, Eustache, Garrel, Hong Sang-Soo) y porque creo que el director ha digerido perfectamente esas influencias y ha sabido construir algo personal con ellas. Parte del cine que le gusta para exponer su mundo y hablar de sí mismo o de sus amigos. La verdad es que no me apetece ponerle ninguna pega. Me gustó y punto.

 

Viola, de Matías Piñeiro:

Fui a ver “Viola” porque leí que Quintín, el crítico argentino, decía que era la mejor película argentina de los últimos años. Para mí, todo lo que diga Quintín va a misa, así que fui a ver “Viola”. Es una película aparentemente sencilla, que va sobre los líos amorosos de un grupo de chicas, la mayoría de ellas actrices excepto una, la Viola del título, que no es actriz pero se acaba entremezclando con ellas. Sus enredos sentimentales  pueden retrotraernos al cine de Rohmer o de Hong Sang-Soo. Las chicas, además, se pasan media película recitando a Shakespeare. Esto es positivo, porque sus voces son agradables y el acento argentino tiene su aquél.

Durante la proyección hubo un incidente que me impidió disfrutar la película al 100% y no puedo evitar contarlo aquí. A la persona con la que vi la película le sonó el móvil. Son cosas que pasan, no lo hizo a propósito. Y lo apagó enseguida, como es natural. Pero dos asistentes a la proyección no lo vieron así y no nos dejaron irnos de rositas. Nos hicieron notar nuestro imperdonable error con múltiples “¡SHHH!” y uno de ellos incluso nos llamó subnormales. Dijo algo así como: “¿pero qué hacéis, subnormales?”. No sé, me pareció una reacción un poco exagerada.  Personalmente creo que es peor llamar subnormal a alguien que que te suene el móvil en un cine. Creo que si alguien se portó mal allí fueron ellos. Solo quería dejar claro mi punto de vista.

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