Crónicas de Sitges (II): El fin del mundo como obra maestra

 

Cada año en LPM tenemos, por lo menos, un as en la manga. El año pasado nuestro punto fuerte era no existir. Este año, en cambio, lo fue contar con nuestro colaborador medular Toni Junyent infiltrado en la organización, nada menos que dando vida y movida a su parte proporcional de un diari que, en esta ocasión, no pudo salir más a pedir de boca en su sabia y equilibrada combinación de información rigurosa y cinefagia alucinógena. Estoy seguro de que Toni tuvo buena parte de la culpa de esto, pero las dos veces que intenté felicitarle por ello me fue imposible. La primera porque estaba dormido (y yo ni siquiera dormía en su mismo hotel) y la segunda porque ya era, quizá, demasiado tarde. Creo que esta debería ser la mejor enseñanza que se podría extraer el lector de esta crónica festivalera: hay que aprovechar los momentos porque luego pasan, se alejan riéndose de ti y desaparecen entre el humo y los árboles. Mirando atrás sin ira, hubo varias películas que lamenté profundamente perderme. La mayoría de ellas fue porque me venció el sueño, un par porque coincidían y una noche porque me tiró más el Nirvana, que era el bar oficial de los colaboradores –y no colaboradores- y una cita obligada para los necesarios paréntesis alcohólicos.  Ahora no soy la misma persona ni me siento completo por no haber visto cosas como Grave encounters, The incident, The Yellow Sea, Diamond Flash, Dark souls, Amanecidos, Sleeping Beauty o The raid. Pero uno se define sobre todo por sus actos, o en este festival, por lo que sí consiguió ver. O por la posición que tienen sus amigos en la cola de las entradas.

No me arrepiento de haber dormido dos horas y haber madrugado para el pase matinal de Melancolía. La esperaba con ansia adolescente y tuve la ocasión de disfrutarla rodeado de haters no judíos de Von Trier, entre ellos Lolo Ortega y Javi Pulido, de Miradas.net, presidente y vicepresidente del Club Español de Detractores y Enemigos del Autor de Anticristo (exacto, el famoso CEDEAA). De la película, sólo me atrevo a comentar dos cosas:

-Todas las obras maestras que aspiren a tales deberían terminar con el fin del mundo.

-Me resulta imposible elegir entre Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg, algo que no me pasaba desde que vi Dinero caído del cielo y me debatí durante semana y media entre Bernardette Peters y Jessica Harper.

Pues eso, que Melancolía aspira a ser la obra maestra definitiva, la película que acabe con el cine, y con la vida, y en mi humilde opinión de fan entregado, subjetivo y personalmente implicado, lo consigue sin aparente esfuerzo. Da la impresión de que al acabar la proyección va a aparecer el director de Los idiotas de detrás de la pantalla diciendo algo así como: “¿Y ahora qué? ¿Alguien se atreve a superar esto?”.

La única respuesta posible sería bajar la cabeza en claro signo de derrota. Melancolía puede ser la película que más vocaciones autorales frustre en la historia. La mía, sin ir más lejos, la ha dejado hecha unos zorros. Después de verla, el único cine que tendrá sentido será el de Jackie Chan, el de Cheech y Chong o el de Alvaro Vitali. Nadie intentará siquiera ser más profundo o a ser más autor. No cabe abarcar más, arriesgar más, pretender más y encima salir airoso. Ir a perdelo y perderse. Ir a por todo y volver con Melancolía. Entrar en Badoo y conseguir una cita con Zooey Deschanel. ¿Necesitáis más ejemplos para saber que me gusta?

No serán pocos los que digan que la película no es una obra maestra, sino que sólo lo parece, o que todo su juego es en el fondo una impostura. Muy bien. La torre Eifeel también lo es. Y la novena de Bethoveen. Y ya puestos, Marisa Mell. Ya lo sé. Voy a dejar de hablar de mujeres durante un rato.

A la salida el vicepresidente del CEDEAA no tuvo más remedio que rendirse ante al arrollador talento de su máximo responsable. El presidente, en cambio, seguía en sus trece: “Es una película idiota dirigida por un idiota”. Lo agarré del cuello y lo zarandeé con violencia. Comencé a azotarle con tal fuerza que no tuvo otra que confesarme lo que ya temía: que el propio Lars le pagaba para avivar la polémica. Y que encima tenía sexo con él, como con todos los miembros de su revista digital. Lo dejé que se desangrara durante un buen rato. Ahora anda por ahí defendiendo Bellflower y cosas así. Ni caso.

Otra película más que destacable de los maratones fue The inkeepers, del cada vez más de culto Ti West. A juzgar por los bostezos durante su proyección, a casi nadie le gustó, y creo que se debe a que en apariencia no es más que otra historia más de casas encantadas y fantasmas que no aciertan del todo a la hora de comunicarse con los vivos y se ponen violentos. Pero en el fondo lo que West nos plantea es un drama existencial con dos personajes principales incapaces de salir de la rutina de sus vidas que se inventan una realidad paralela y sobrenatural que ni siquiera está a la altura de sus expectativas. Un crossover de Paranormal activity y Miss Tacuarembó. Es cierto que West retrata mucho mejor a los vivos que a los muertos, pero es que estos pringados no se merecen otra cosa que estos fantasmas de chirigota. Además, para pasar miedo de verdad ya tuvimos la contundente y generosísima Emergo.

CURIOSIDADES (II)

Mejores finales:

Melancolía. Mientras duermes. Killer Joe. Open 24H. Scabbard Samurai

Frase del festival:

“Parece ser que nuestra relación está dando su fruto” (Luis Tosar en Mientras duermes)

Premio a la sosería:

El remake de La cosa. Mucho fuego y pocas nueces.

Mejor secuencia del festival:

La encantadora Sara Paxton intentando deshacerse de una bolsa de basura en The inkeepers. Buster Keaton habría llorado.

Suceso más silenciado:

La escandalosa pelea que se montó en el Nirvana a altas horas de la noche a raíz de una discusión sobre el film de Naomi Kawase. Fallecieron dos turistas, un voluntario, un camarero y más del cuarenta por ciento de la plantilla de Cahiers.

Mayor injusticia del festival:

El premio a la fotografía de la más bien infame Hell. El premio al mejor guión para la fallida The woman. Y que el prota de Bellflower folle tanto y tan de seguido.

Mejor product placement:

Kentucky Fried Chicken en Killer Joe

 

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