Cine indie americano del último lustro (2005-2010) ― 1ª Parte


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A poco que tengan una vida lo suficientemente interesante
y ajetreada, lo más probable es que dejen de leer al segundo
párrafo. En tal caso, como recurso último al que aferrarme,
les conmino a visionar este vídeo. Si hay algo que les atraiga,
procedan sin miedo con la lectura. En caso contrario, sigan
pues con sus respectivas labores: aquí no hay nada que ver.

Hace algo más de un año, cuando España no había ganado todavía el Mundial pero Burger King ya comercializaba unas bufandas que rezaban aquello de “YO SOY DE MANOLO EL DEL BOMBO”, tuve la oportunidad de conocer a un señor americano llamado Chuck Tryon ―cfr. http://chutry.wordherders.net/wp/?p=2624, 4º párrafo―. De hecho, incluso tuve el detalle de regalarle una de aquellas bufandas tan kitsch. Pero como no sería de recibo que en mi primera colaboración con La Paz Mundial me fuese por las ramas ya desde el primer párrafo, iré al grano y les contaré tanto el motivo de este artículo como su génesis (amén de explicar por qué he sacado todo esto a colación). Y es que resulta que, dos semanas antes de aquel encuentro, servidor acababa de terminar de leer el último libro de Chuck: Reinventing Cinema – Movies in the Age of Media Convergence.

De entre la información y notas mentales que pude extraer tras su lectura destaca una entrada que dedicaba a un incipiente movimiento del que hasta entonces no había oído ni leído en ninguna parte: el Mumblecore. Resumiéndolo someramente, todo tiene su origen en el 2005 South by Southwest Film Festival. Los astros no estaban alineados y Nostradamus había vuelto a errar el tiro pero, por azares del destino, en aquel caldo de cultivo primordial conocido comúnmente por las siglas SXSW vino a coincidir una conjunción de veinteañeros con películas de una elevada carga conversacional, unos presupuestos exiguos y una temática que orbita en torno al existencialismo post-universitario. Y, por si esto no fuera ya suficiente, todas ellas contaban con patentes reminiscencias al cine de autores como Cassavetes, Rohmer, Jarmusch y Linklater.

Poco a poco el tinglado fue prosperando… y aquí me tienen, más de un lustro después, presto y dispuesto a darles una buena ración de brasa calentica sobre el tema. Al fin y al cabo, la copla esta del mumblecore me había dejado tan intrigado que, no contento con enterarme con algo más de detalle sobre quiénes eran y a qué se dedicaban, tomé la determinación de que algún día me zumbaría una jam-session como mandan las Sagradas Escrituras. Puesto que en la vida todo es cuestión de prioridades, aquella voluntad pronto quedó relegada a un segundo plano: actividades como aprobar el 汉语水平考试 o aprender a tocar al ukulele solicitaban mi atención con mayor premura. Sin embargo, durante el pasado mes de agosto, tuve por fin oportunidad de meterme en faena.

Un mes y dos docenas de películas después, aquí sigo. Y es que ―parafraseando al Coronel Samuel Trautman― tras muchos años de duro sacrificio háyome entrenado para ignorar el dolor, las condiciones climatológicas, vivir de lo que da la tierra… y videar películas que harían vomitar a una cabra. Así que, tras la más que irrelevante introducción anterior, hoy me dedicaré a reseñar la obra ―y milagros― de los que se suponen popes del movimiento, mientras que la próxima entrega cubrirá todas aquellas películas representativas que hoy me deje en el tintero, así como un epílogo destinado a desgranar algunas de las razones por las que me embarqué en semejante epopeya. De hecho, puedo incluso anticiparles una primera razón: lo hice para evitárselo a ustedes. Y a un tipo tan altruísta, que abre su corazón ya desde el cuarto párrafo, no le pueden negar nada… así que échenle un vistazo a la siguiente imagen y luego sigan leyendo.

Y ahora sí que sí. Damas y caballeros, niños y niñas, con todos ustedes… ¡la parte contratante de la primera parte! (N.B. Crucemos los dedos para que, con un poco de suerte, los susodichos tengan activado el Google Alerts + recurran al Google Translate… y todo este rapapolvo cariñoso que me dispongo a soltarles pueda ser el principio de una hermosa amistad)

1. JOE SWANBERG

A pocos se encontrarán más indies que el que viste y calza. Y Joe Swanberg tal vez sea uno de ellos. Amante bandido del digital, partidario de los guiones improvisados y cuya carrera, por el momento, se caracteriza por un ritmo tan prolífico que poco tiene que envidiar a titanes como Jess Franco o Takashi Miike ―hoy reseñaré solamente sus cinco primeras obras, pero dejo por aquí constancia de que en 2011 ya se ha cascado otras cuatro más―. Además, y por si lo anterior no ha servido todavía para suscitar su interés, es el mumblecorer que más se prodiga en T&A.

(2005) es empezar duro. Y es que sus 78 minutos de metraje bastan para contener toda la esencia de Swanberg en su más elevado grado de pureza, tanto a nivel técnico  ―hand-held camera, happy zooming, cielos quemados, montaje que se toma más de una y más de dos licencias― como temático ―conversaciones introspectivas, situaciones intrascendentes, historias que avanzan a trompicones,… y hasta un plano de Swanberg himself dándole al onanismo―. Si tuviese que recomendarles una película suya, ésta ha de ser por fuerza LOL (2006), su siguiente película: una interesante reflexión sobre la preponderancia de la tecnología en nuestras vidas, trufada con algún que otro interesante detalle de experimentalismo audiovisual.

Desde aquí, ya todo es all the way down y sin frenos… (2007), tal vez su obra más celebrada, supone una mejora tanto en su factura técnica como en el apartado interpretativo ―contando, entre otros, con un par de individuos que tal vez les suenen de la imagen anterior: Andrew Bujalski y Mark Duplass―, pero queda lastrada por unos personajes a cada cual más de cartón piedra que el anterior. Al menos sirvió como puesta de largo en sociedad para la incombustible Greta Gerwig, que viene a ser a la escena mumblecore lo que Chloë Sevigny fue al cine indie de los 90: está hasta en la sopa… incluyendo la siguiente película de Swanberg, (2008), en la que ambos co-guionizan y co-dirigen. Versa sobre la relación a distancia de una pareja y no es que en ella haya mucho donde rascar, pero al menos la protagonizan unos personajes bastante menos huecos que en la anterior.

Lo cierto es que, después de LOL, Nights and Weekends es la cinta de Swanberg que más recomendaría… máxime teniendo en cuenta que la última que he visto, (2009), supone la enésima visita a temas que vienen estando presentes en todo su opus artístico: inseguridades, tedio, mating rituals, etc. añadiendo esta vez una pátina que contribuye a que todo se me antoje, si cabe, todavía más insufrible: ahora los protagonistas son actores teatrales. Espero que el periodo sabático que se ha tomado entre 2009 y 2011 le haya servido para renovar inventarios e incorporar nuevos elementos al repertorio… No se le debe de haber dado mal del todo: (2011) ha sido admitida en ese contubernio del indie más mainstream conocido como Sundance.

2. ANDREW BUJALSKI

Decir que Swanberg y Bujalski son los máximos exponentes del movimiento no es ninguna aseveración peregrina. Se mire por donde se mire, siempre son los primeros en saltar a la palestra. Además de compartir ciertas temáticas, han servido de influencia para el resto y son la base de un movimiento del que ellos precisamente son los que más reniegan. No obstante,  paradójicamente, sus respectivas filmografías son como el día y la noche. A la hora de rodar, Swanberg siempre tira del vídeo digital, mientras que Bujalski se muestra renuente a abandonar la película. Uno de los recursos formales más habituales en el cine de Swanberg es la improvisación, en contraposición al de Bujalski, que se empeña en seguir férreamente el guión con la precisión de Toscanini. Y, como ya adelanté antes, Swanberg no muestra ningún escrúpulo en lo que a torridez se refiere ―si la memoria no me falla, recuerdo haber visto tetas y culos en cada una de sus cinco películas― mientras que, por el contrario, la obra de Bujalski se caracteriza por ser mucho más mojigata (en las tres películas que ha realizado hasta la fecha no hay ni una sola escena que pueda ser clasificada “S”). Pero dejemos de una vez las comparaciones a un lado y entremos en harina…

(2002), su primera película, fue estrenada tres años antes del gran boom que marcó el inicio de la era mumblecore. Sin embargo, ya anticipaba mucho de lo que estaría por venir, tanto en las posteriores películas de Bujalski como en las de muchos otros autores que podrían adscribirse a este movimiento: escenas puramente conversacionales ―inanes en su mayoría―, tramas conducidas por un protagonista lábil y preso de cierta desorientación existencial, planteamientos insulsos y graves carencias de ritmo en el montaje… todo esto contemplado, claro, bajo el prisma de la ortodoxia al que el espectador casual está acostumbrado.

No mejora mucho el panorama en (2005): lo que antes era una chica despechada cuyo curro dista de suponerle cualquier cosa próxima a la autorrealización, ahora es un músico que no despega ni en lo artístico ni en lo sentimental. Sazonen dicha premisa con interminables conversaciones de sofá y ya tienen el plato listo para ser servido. Bienvenidos todos a Bujalskilandia, una tierra populada por unos entrañables habitantes que fallan desde su misma presentación. Personajes grises tanto por su apariencia como por sus actos. Bustos parlantes que, por mucho que declamen las sesudas líneas que les ha adjudicado el bueno de Bujalski, sólo encontrarían ocupación como RR.PP. de la discoteca Abulia.

Afortunadamente, todavía hay lugar para la esperanza. Y es que mi denostado amigo parece haber remontado el vuelo con (2009): del mismo modo que de Swanberg les recomendaba encarecidamente ver LOL, ésta es la que elegiría para mostrar a un Bujalski at the top of his game. Alejada de las conversaciones intrascendentes y el narcisismo latente de las anteriores, cuenta con una mayor elaboración y logra alcanzar, por primera vez, una notable suspensión de la incredulidad. De no ser así, jamás se lo hubiese perdonado: la oportunidad que se le presentó con el par de gemelas protagonistas era y sigue siendo, ciertamente, única. Oportunidad que espero que algún día se me presente a mí con …

3. JAY & MARK DUPLASS

Aunque tal vez todavía sea precipitado recurrir a una analogía de semejante calibre, podríamos considerar a los hermanos Duplass como el equivalente indie actual de los Coen. Si estos últimos, en su día, ya demostraron sus aptitudes y savoir faire con aquella maravillosa ópera prima de $1,500,000 de presupuesto ― (1984)―, los Duplass no les andan a la zaga con otra obra cuyo presupuesto ronda, sin tener ni siquiera en cuenta los efectos de la inflación, en torno a una centésima parte del de la anterior: (2005). Pero los halagos no terminan ahí. Para mi primera sesión nocturna de mumblecore programé el tríptico de películas que, en 2005, supusieron el comienzo del movimiento. Pues bien: comencé viendo Mutual Appreciation, después le correspondió el turno a Kissing on the Mouth… y, al llegar al postre, quedé gratamente sorprendido al comprobar que los cinco primeros minutos de The Puffy Chair ya eran superiores a las dos anteriores juntas. No en vano, como he podido descubrir tiempo después, la cinta de los Duplass fue la única que admitieron aquel año en Sundance. De la película, no sé qué tengo que añadir a lo anterior para que se pongan ahora mismo a verla: gran química entre los personajes, discusiones de pareja verosímiles, aciertos y chistes para enmarcar,… todo ello en una road movie a la que no le sobra ni un minuto de metraje y que tiene como génesis la compra vía eBay del artículo que da nombre a la película.

Como habrán podido comprobar tras lo anterior, los Duplass ya habían hecho de mí un prosélito más para su causa, fuese ésta la que fuese… pero lo mejor estaba todavía por llegar. Y es que con (2008) han rizado el rizo de una manera que logra aunar el ambiente cabin-in-the-woods de (1981) con la psicosis de (1999), añadiendo unas gotas de metamandanga y autoconsciencia, y obteniendo como resultado un rollercoaster de emosión desenfrenada y conclusión fina fina filipina. Al igual que con otras sensaciones indies recientes como (2009) o (2010), prefiero no contarles nada más, incrementando así con ello sus perspectivas de disfrute cuando la vean. A tal efecto, sólo añadiré que cuenta con la presencia de la ubicua Greta Gerwig y que el comienzo supone una sátira bastante simpática de la escena mumblecore.

Su última producción por el momento, (2010), constituye un nuevo hito en su filmografía al contar esta vez con un presupuesto de 7 millones, un elenco de juggernauts actorales ―John C. Reilly, Marisa Tomei, Jonah Hill, Catherine Keener― y unos diálogos mucho más elaborados que en las precedentes. Eso sí, siguen estando presentes elementos suyos tan idiosincrásicos como esos zooms à la Duplass o las grandes raciones de awkwardismo a las que nos tienen acostumbrados. Eso sí, espero que este nuevo barniz ―cuyo un aroma nos remite a la factoría Apatow― que han aplicado a su última producción suponga tan sólo una etapa más en su trayectoria y que, en lugar de estancarse en ella, sigan renovándose con cada película. De este modo, se confirmará que aquella similitud establecida con la obra de los Coen no era ni mucho menos gratuita: de momento, temáticamente hablando, cada una de sus películas es de su padre y de su madre… y nunca podemos esperar nada en concreto de ellos para la siguiente.

4. AARON KATZ

Pese a haberme decantado por incluir a Aaron Katz dentro de una hipotética lista de popes del mumblecore lo cierto es que, tanto por celebridad como por trayectoria, ha seguido un recorrido algo más low profile que el resto. Esto, unido a la heterogeneidad de sus películas, me impide mostrarme tan tajante a la hora de analizar su obra como con los anteriores. Su primera película, (2006), se estrenó un año después del comienzo del movimiento y, mal que le pese al propio Katz, me parece su mejor trabajo hasta la fecha. Si les gustó (1995), tal vez les interese ver su contrapunto mumblecorer… que, por cierto, deja en muchos aspectos a la película de Larry Clark en evidencia: atina mejor a la hora de presentarnos a sus personajes, resulta mucho menos arduo empatizar con ellos y cuenta con un planteamiento general mucho más maduro. Tal vez su comienzo les deje algo indiferentes, pero confíen por una vez en mí: pese a lo errática que pueda por parecerles por momentos su trama, el conjunto global no presenta apenas fisuras y la estructura prolegomena + party-party + aftermath queda armónicamente distribuida. Además, cuenta con una protagonista que no sólo deja en pañales a su homólogo masculino, sino que además posee un extraño carisma que permanecerá indeleble en el espectador hasta mucho después de verla.

A la hora de ver (2007), el siguiente trabajo de Katz, me encontraba bastante condicionado por las recurrentes ―y puedo confirmarles que desafortunadas― comparaciones que aparecen en muchos lugares entre esta película y (1995). Mucho más cuidada estéticamente que Dance Party, USA, falla sin embargo en todo lo demás. Su narración es desacompasada y su trama prácticamente inexistente: they are just hanging out. La definición de sus protagonistas tampoco ayuda lo más mínimo: es sintomático que el mejor personaje sea curiosamente el que interpreta Swanberg en el papel de “colega adicto al coleslaw”.

(2010), su última producción, supone un nuevo salto cualitativo a nivel técnico y, sorprendentemente, fue considerado como el mejor film de 2010 por IndieWIRE ―portal que, por cierto, fue clave a la hora de popularizar el término mumblecore―. Y señalo que me sorprende porque, con la salvedad de que que en esta ocasión la historia principal se sitúa en la pintoresca ciudad de Portland ―pueden tomarse esto como una ironía ―, parece mentira que haya pasado un lustro y no hayan cambiado ni un ápice de la receta: por enésima ocasión nos topamos con unos personajes conformistas, underachievers y que han relegado sus sueños a lo más profundo del abrevadero. Aspiraba Katz a innovar en cierta medida, aportándole unas briznas de misterio a la trama, pero el resultado patina porque carece en todo momento de suspense. Y podríamos seguir enumerando defectos durante párrafos y párrafos: el tono general es absolutamente anticlimático, la investigación que nos intenta narrar alcanza cotas irrisorias de pereza guionística, la persecución final es directamente de corchopán,… y terminan de rematarlo las frágiles motivaciones de sus secundarios, a menudo inciertas: they just tag along. Sin embargo, me produce una cierta sensación amarga terminar refiriéndome de esta manera a la obra de un tipo que, por lo que he investigado, destaca bastante por su honestidad dentro de este mundo conocido por todos, tan lleno de prima donnas y egos desmesurados… así que prefiero hacerlo citando una de sus declaraciones a raíz de un aspecto sobre el que ya profundizaré en la segunda parte de este rollo macabeo:

This is the first time, mostly because of technology, that someone like
me can go out and make a film with no money and no connections.

Y con esto, si no me fallan las cuentas ―que va a ser que no, porque para algo soy de Ciencias, señora―, ya van 5 + 3 + 3 + 3 = 14. Otro tanto de lo mismo, pero esta vez mucho más variado, es lo que les aguarda en la segunda parte de este artículo. No obstante, mientras termino de juntar letras y descargar mi bilis en monodosis, les emplazo a leer el aforementioned book by the one and only Chuck Tryon. A poco que estén metidos en cuestiones de realización audiovisual y tengan interés por modelos de negocio, vías de distribución o corrientes emergentes en el DIY filmmaking, puedo garantizar que les deparará una lectura de lo más edificante. Al menos, mucho más que lo que acaban de soportar.

1 Comment Already

  1. Los duplas tiene una gran
    trayectoria en el cine independiente y mumblecore, y ahora tienen un nuevo proyecto
    para HBO que promete seguir sus origines y una estética
    increíble, se titula Togetherness y será una gran comedia sarcástica